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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Carlos se aproximó vivamente a Juanita; pero viendo luego a su hermana que permanecía de pie e inmóvil junto al lecho, se acercó al oído de su querida amiga y pronunció algunas palabras en voz baja. Un rayo de alegría brilló en los ojos de Juanita.

La condesa lo miró un momento en silencio, como aturdida por la noticia. ¿Huyó? ¿El aya ha huído durante la noche del castillo? murmuró . ¿Por qué? ¿Qué queréis decir? Se aproximó a Mathys con expresión de cólera contenida y preguntó con voz severa: Ha huído con nuestro secreto, ¿habéis dicho, señor? ¿Qué significa esto? ¿Habéis sido lo bastante indiscreto para confiárselo?

Al mismo tiempo tomó una mecha de las manos de Bentek, y se aproximó a un cañón; el disparo partió, la bala silbó, rompió el palo de mesana del guardacostas, hundió una parte de la borda, mató dos hombres e hirió tres.

Clementina creyó notar en estas palabras una intención malévola y se mordió los labios de ira. La tristísima escena que se ofreció a su vista, apenas se aproximó al lecho de D.ª Carmen, consiguió apagar su odio breve instante.

Facundo aproximó su caballo en ademán de entregársela, afectó buscar algo en su bolsillo, y dejó tendido al juez de una puñalada. ¿Se vengaba en el juez de la reciente pérdida? ¿Quería sólo saciar el encono de gaucho malo contra la autoridad civil y añadir este nuevo hecho al brillo de su naciente fama? Lo uno y lo otro.

Alguna se le aproximó en son de burla; pero no pudo obtener de ella una sola palabra. Estaba sentada a lo moro, con los brazos caídos, la cabeza derecha, más napoleónica que nunca, la vista fija enfrente de con dispersión vaga más bien de persona soñadora que meditabunda.

Se aproximó al grupo un nuevo oyente, saludando a Maltrana, con fina sonrisa, en la que había algo de burla para el valentón. Aquí tenemos a don Juan dijo Isidro .

El gitano se aproximó silenciosamente a la brújula, comparó su dirección con la del viento, calculó las probabilidades de la brisa, reflexionó un instante... después tomó un silbato de oro suspendido de su cintura, se lo llevó tres veces a la boca, y de un salto se plantó en el empalletado. A esta señal, diez y ocho negros subieron silenciosamente al puente.

En el rostro de Julio la mirada tranquila tenía una expresión de piedad para su amigo de otro tiempo. Mientras así le consideraba en silencio, un precipitado ruido de pasos se aproximó, por el corredor que llegaba hasta el saloncito, y una voz impaciente gritó: "¿Pero dónde diablos se ha metido?" Era Castilla. Ya, ya, respondió la voz de un sirviente gallego.

Y todas las semanas, descalza, con los zapatos en la mano, subía la penosa cuesta, ella que en su huerto apenas podía moverse de la silla y necesitaba que el marido la arrease para cuidar la casa. El ermitaño se aproximó a la enferma, tomando una pieza de cobre que llevaba en la mano. Quería unos gozos como siempre, ¿eh? ¡Visanteta, uns gochos! gritó el rústico asomando a la puerta.

Palabra del Dia

ciencuenta

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