Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 7 de julio de 2025


Pero en medio de las mismas rocas se encuentra una especie de caos; agujas, piedras movedizas, montañas de peñascos, sillares superpuestos, torres dominadoras, muros apoyados unos en otros y que dejan entre ellos estrechos pasos, tal es la arista que forma el ángulo de la montaña.

En la mesa apenas cruzaban la palabra; pero les vi en diferentes ocasiones departir amigablemente, apoyados en la barandilla del corredor, mirando con ojos extáticos los azulejos del patio. También observé, una vez que fui a misa de nueve en San Isidoro, que Olóriz, situado en posición estratégica, cambiaba con la dama, arrodillada cerca de una capilla, sonrisas y miradas.

A otros les da por lo sentimental, y el espectáculo de las aguas dormidas del lago les recuerda las novelas venecianas o las baladas de la Suiza: se dejan balancear dulcemente, inmóviles y apoyados sobre el remo, fijan la vista en un punto del espacio con expresión amarga, propia de corazones lacerados, y prorrumpen a veces en tiernas barcarolas que han aprendido en el teatro Real.

Por el lado del naciente se veían como apoyados al suelo en el límite del horizonte espesos y multiformes cúmulos parduscos sobre los cuales brillaba Júpiter parpadeante y sólo en la infinita limpidez del cielo.

Todos los que no estaban invitados á la fiesta y pretendían verla de lejos, apoyados en la alambrada, se consolaban de su preterición hablando contra la Torrebianca, sus amigos y su marido. Pasó Celinda á caballo, entre los grupos, lentamente y mirando con hostilidad el parque improvisado. Luego, para no oir los escandalosos comentarios de aquellas mujeres, se alejó hacia el pueblo.

Todo eso duró hasta que viste a lord Gray con su pelo rubio y su capa negra... pues, como es dijo Inés. Me lo has quitado de la boca prosiguió Asunción, siempre de rodillas y con los brazos apoyados en los de su amiga . Lord Gray fue a casa; yo le miré y dije para que se parecía a un San Miguel que está pintado en mi devocionario.

Luego movía la cabeza con desaliento. Al asomarse de noche, aunque fuera con estas astucias, el enemigo, emboscado abajo, podía verlo, apuntándole con toda comodidad apoyados los codos en una rama o en una piedra, sin miedo a perder el tiro. Peor era aún echar el cuerpo fuera de la puerta y pretender bajar.

Entonces, recordando que Silas procedía de un país desconocido, agregó: ¿Será porque no había iglesia en el país en que nacisteis? ¡Oh, ! dijo Silas con aire meditativo, sentado, según su costumbre, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza entre las manos . Había iglesia, había costumbres. Era una gran ciudad, pero yo no las conozco; siempre iba a la capilla.

Mozos pálidos y sudorosos, como si fuesen a morir, avanzaban hasta el «paso», con el sombrero perdido, el chaleco desabrochado, apoyados blandamente en los hombros de los camaradas, y entonaban una «saeta» con voz de agonizante. A la entrada de la calle, en las aceras de La Campana, quedaban tendidos de bruces varios «macarenos», como si fuesen los muertos de esta gloriosa expedición.

D. Álvaro de Sande la dirigió en persona, formando cuatro escuadrones de picas con mangas de arcabuceros; y aunque trataron de defender el desembarco unos 400 turcos escopeteros á caballo, apoyados por 300 moros á pie, y de cargar á los que llenaban los barriles, no lo consiguieron.

Palabra del Dia

buque

Otros Mirando