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Actualizado: 29 de octubre de 2025


Caballero, tengo el honor de pedirle la mano de su sobrina la señorita Antonia de Valgenceuse. Y yo a mi vez, caballero contestó el doctor tengo el honor de invitarle a usted a la boda de mi sobrina, la señorita Antonia de Valgenceuse, con el conde Amaury de Leoville, la cual habrá de celebrarse a fines de este mes.

María Antonia Fernández no volvió a pisar las tablas, hizo desde aquel punto vida retirada y ejemplar; y la amargura de su arrepentimiento tardío, las duras mortificaciones con que se castigó ella misma y la vergüenza y el profundo pesar que el recuerdo de sus pecados le causaba, acabaron pronto con la salud de su cuerpo, concediéndole en cambio la salud del alma.

Cuando a las seis y media José entró a anunciar que en el patio aguardaba la silla de posta de Amaury, que acababa de llegar, y la del doctor, que ya estaba esperando hacía rato, el señor de Avrigny se sonrió; Amaury lanzó un suspiro y Antonia palideció densamente.

»A mi vez me arrojé sobre la tumba, y repetí su plegaria, no con su voz grave y resignada, sino con el llanto y los sollozos de mi desesperación y mi dolor. »¡Oh, Antonia! ¡Qué alivio tan grande me proporcionó aquella explosión de mi pena!

Entonces fue cuando el padre Atanasio pintó ante los ojos de su alma y con colores muy vivos, el peligro espantoso de caer en pecado mortal a que él y María Antonia Fernández se exponían, y le prohibió resuelta y terminantemente que volviese a visitarla y a tratar con ella.

Y no ninguna labor delicada; no coser en fino; no bordo ni toco el piano. Tampoco pinto platos como esa Antonia, amiga de Villalonga, la cual está siempre de pinceles; yo apenas leer y no le saco sentido a ningún libro... ¿qué he de hacer?, fregar y limpiar. Con esto no me acuerdo de otras cosas. Me la comería pensó D. Evaristo, que la contemplaba embobado, sin decir nada.

Es de advertir que doña Marta, semejante en esto a Elena Osorio, debe haber sido persona de cierta distinción y con gustos literarios y artísticos. Tenía una hermana poetisa. En agosto de 1617 nace Antonia Clara, bautizada como hija de Roque Hernández, prenda de estos amores de los ya avanzados años del poeta, consuelo y tormento de su edad postrera.

Obedeció maquinalmente el doctor, abrió la carta y después de leerla de un tirón alargóla a su sobrina que con un gracioso ademán la rechazó y le dijo: ¿Para qué, tío? ¡Si ya me imagino lo que dice! ¿Sólo palabras ha visto usted en esa carta? preguntó con viveza Antonia arrebatándosela y devorándola de una ojeada.

Señor respondió el sirviente es un caballero que ha venido en un simón y dice que necesita verle a usted a toda costa para hablarle de un asunto del cual depende la felicidad de la señorita Antonia. Pedro y Jaime se han visto muy apurados para contenerle. En fin, ahí le tiene usted.

Antonia bajó al jardín. Allí encontró a Amaury sentado en el mismo banco en que había dado a Magdalena el último beso que fue la causa de su muerte y mordiendo desesperado el pañuelo como queriendo impedir que se escapasen de su pecho los sollozos que le ahogaban. Amaury dijo la joven tendiéndole la mano que él, emocionado, estrechó en silencio nos da usted mucha pena a mi tío y a .

Palabra del Dia

reclinándose

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