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Actualizado: 31 de mayo de 2025


La agitación y el estruendo de esta lucha penetraba en el claustro, rompían su silencio, llamaba a la puerta de su celda y le excitaba y le convidaba a armarse y a ir al combate. Se le antojaba a veces que resonaba en sus oídos como la trompeta del día del juicio y que le resucitaba de entre los muertos.

Recapacitando y atando cabos, Bonis llegó a recordar que Serafina misma le había querido dar a entender, de tiempo atrás ya, que el nacimiento de su hijo, el de Bonis, era cosa que no debía tomarse con calor; el mismísimo Julio Mochi, en cierta carta escrita meses antes desde la Coruña, le hablaba del asunto y de su entusiasmo paternal con una displicencia singular, con palabras detrás de las cuales a él se le antojaba ver sonrisas de compasión y hasta burlonas. Pero, en fin, lo de Serafina y lo de Mochi podían ser celos y temor de perder su amistad y protección. Serafina veía, de fijo, en lo que iba a venir un rival, que acabaría por robarla del todo el corazón de su ex amante, de su buen amigo... «¡Pobre Serafina!». No, no había que temer.

Estuve a punto de gritar, pero en seguida pensó que quizás tomaba tal precaución por miedo a que la carta cayese en manos de su hermano. Entonces juzgué que obraba bien y hasta aplaudí su idea por más que se me antojaba que era demasiado cruel el encarnizamiento con que se cebaba en mi desventurada epístola.

Poseía espíritu sagaz y malicioso; veía muy bien el ridículo de las acciones, narraba con gracia y estaba dotada además de un don particular para herir a cada persona, cuando se le antojaba, en lo más vivo. ¿Ha llegado ya el conde? dijo una voz áspera que salía del gabinete contiguo y se sobrepuso al tecleo del piano y a las pisadas de los bailarines. : aquí estoy, D. Pedro... Voy allá.

Su esposa aceptaba con gusto estas ausencias. No era que el millonario se opusiese á los gustos de su mujer é interviniera en su vida; pero se sentía mejor cuando estaba sola, sin ver aquellos ojos fríos, que no transparentaban el más leve reproche, y que á ella se le antojaba que la seguían en todos sus movimientos, como una protesta muda.

Y entonces se le antojaba decir a doña Agustina: «Suelta el manso, que es mío; déjalo en libertad, y verás cómo viene a . Que aún tienen sal las manos de su dueñoSin embargo, Juanita se limitaba a cavilar y a recelar, permaneciendo inactiva.

Voy, pues, a ver si los relato, y si consigo, no adoctrinar ni enseñar nada, sino divertir algunos momentos o interesar a quien me lea. Hace ya muchos años, el vizconde y yo, jóvenes entonces ambos, vivíamos en la hermosa ciudad de Río de Janeiro, capital del Brasil, de la que estábamos encantados y se nos antojaba un paraíso, a pesar de ciertos inconvenientes, faltas y aun sobras.

Ir a verla para desengañarla más aún, se le antojaba mayor refinamiento de crueldad que partir sin decirle nada.

No su voz, ni sentí sus pasos, ni cosa alguna que tuviera las huellas de su mano. A se me antojaba que en cualquier objeto podía notar un sello especial que indicara pertenecerle. Pero en nada de lo que vieron mis ojos encontré la huella indefinible que debía tener todo aquello en que Inés pusiera los suyos. Esto se comprende y no se explica.

Por si segunda vez se le antojaba registrar el doble fondo, discurrió la industriosa señora un arbitrio que, a su parecer, aplazaría el conflicto mientras llegaba el momento de conjurarlo resueltamente reponiendo el dinero.

Palabra del Dia

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