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Actualizado: 31 de mayo de 2025


El plazo tan pronto me parecía muy corto como se me antojaba muy largo. Creo que hubiera deseado tanto experimentaba la necesidad de pertenecerme que aquel exiguo respiro nunca tuviera fin. Volví el otro día y los siguientes y hallé el mismo reposo y la misma seguridad. Recorrí toda la casa, visité el jardín, senda por senda; Magdalena estaba por doquier.

De la cuestion del caballero que no quería dejar la butaca, de la llegada del Capitan General se apercibió apenas; miraba hácia el telon de boca que representaba una especie de galería entre suntuoso cortinaje rojo, con vista á un jardin en medio del cual se levanta un surtidor. ¡Cuán triste se le antojaba la galería y qué melancólico el paisaje!

Siguiendo a buen paso su camino, continuaron por la calle de Bailén cambiando frases indiferentes, sin atinar con lo que mutuamente debían decirse, ambos cohibidos, como extraños a quienes la casualidad ha puesto en contacto. Lo familiar se les antojaba osado, y cada cual temía que el interés pareciese curiosidad.

Eran estos tres seres Tomás el criado antiguo, y ya su escudero y acompañante, cuando ella salía a caballo; el tío Blas, aperador de la señorita, con quien se entendía para cuidar sus bienes, que ella misma administraba y que iban mejorando hasta el punto de que le producían cerca de 20.000 rs. en algunos años de buena cosecha; y el galgo Palomo, blanco, gigantesco en su clase, y de terrible genio para quien se le antojaba a él que molestaba u ofendía a su ama, con la cual era todo blandura, docilidad y mansedumbre.

Temió perder el sentido... y sin saber cómo, se vio colgada de un brazo de Mesía.... Y entre un torbellino de faldas de color y de ropa negra, oyendo a lo lejos la madera constipada de los violines y los chirridos del bronce, que a ella se le antojaba música voluptuosa, pudo comprender que la arrastraban fuera del salón.

«¡Qué cara puso!... Aunque lo disimulaba, conocí que le había sabido mal... Este viaje me ha arruinado... A las niñas se les antojaba todo lo que veían en Bayona... He gastado la renta de un año... A pesar de eso, veremos, yo lo arreglaré... lo buscaré... ¡Oh, Virgen!

De tanto hablar allá dentro, tenía la boca seca y amarga y se le antojaba sentir un saborcillo a cobre. Se encontraba un aire de monedero falso.

No había cosa que no estuviera pronto a sacrificar por Mariquita: el estanco con anaquelería, puros, carteras de sellos, papeles de matrículas, todo se le antojaba poco para arrojarlo a los pies de aquella sirena. ¡Cuán horrible le parecía, al volver a casa, la severa figura de su esposa doña Frasquita! ¡Qué fea estaba con aquellos parches de alquitira en las sienes y aquella eterna labor de calceta azul entre las manos!

Empezó a llamar la atención de los vetustenses aquel militar que sabía de letras más que muchos paisanos, y el mismo Bedoya se animaba al trabajo con la gracia de lo que a él se le antojaba contraste de la artillería y la literatura. Poco a poco llegó a ser miembro, ya correspondiente, ya de número, de muchas sociedades científicas, artísticas y literarias.

Aquellas señoras de respetable aspecto las más, guapas y jóvenes algunas, celebraban con alegría evangélica el natalicio de Nuestro Señor Jesucristo como si el Hijo de María hubiese venido al mundo exclusivamente para ellas y otras cuantas personas distinguidas. La Natividad del Señor se les antojaba algo como una fiesta de familia.

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