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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Y cuando a esta se le antojaba de súbito visitar o pasear y no tenía a Juanita en casa, iba a buscarla a la suya, haciéndose acompañar hasta allí por Serafina.
Juanito, poco a poco, había logrado estrechar sus relaciones con Tónica. No subía a la casa, eso no; ¿qué dirían los vecinos? pero si le estaba vedado entrar en aquella escalerilla, que se le antojaba camino de misterioso santuario, podía acompañar a Tónica y su amiga los domingos por la tarde.
No puedo consentir que caiga en la miseria y en la abyección, siendo, como soy, responsable... ¡Oh!, mi mujer me perdone; pero una esposa, por inteligente que sea, no puede hacerse cargo de los motivos morales, sí, morales que tengo para proceder de esta manera». Y siempre que iba de noche por las calles, todo bulto negro o pardo se le antojaba que era la que buscaba.
La brigadiera, que no se recataba de nadie para hacer lo que se le antojaba, reprendió agriamente a Miguel en presencia suya, y entre otros insultos cometió la ligereza de llamarle mala casta. Oír esto y volverse loco tío Manolo, fue todo uno; por milagro no acabó allí mismo con su cuñada.
En Sama se comía carne fresca todos los días. En la Pola, salada todo el año, excepto cuando á algún vecino se le antojaba sacrificar una res y vender una parte de ella. En Sama había ya un café con mesas de mármol. En la Pola sólo algunas tabernas indecorosas.
Aquella mesita baja y larga, cubierta con un mantel viejo, iluminada por un quinqué con pantalla verde, y llena de cajitas, ruedas de alambre y rollos de papel, se me antojaba, a veces, como un arriate engalanado con todos los primores de un jardín.
Poco a poco se había acostumbrado a esto, a no tener más placeres puros y tiernos que los de su imaginación. Pensando la Regenta en aquella niña que había sido ella, la admiraba y le parecía que su vida se había partido en dos, una era la de aquel angelillo que se le antojaba muerto.
A don Álvaro se le antojaba muy verosímil y muy ingenioso y oportuno el expediente de sujetar a don Luis y meterse en casa de su novia en calidad de prometido....
Pero entrando en la plena conciencia de la realidad, comprendió lo absurdo de su pregunta. Al día siguiente, en medio de la agitación que trajeron los preparativos del acto religioso, ya no le fue posible apartar su pensamiento de la terrible obsesión. Muñoz ahora se le antojaba un extraño, un hombre a quien no hubiese tratado nunca.
No había borrado de sus tablas de la ley ni un tilde ni una coma de los mandamientos divinos. Lo único que hacía era dar más vigor, si cabe, á toda prohibición de actos que produzcan dolor, y relajar no poco las prohibiciones de todo aquello que á él se le antojaba que sólo traía deleite ó bienestar consigo.
Palabra del Dia
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