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Ojeda adivinó por esta señal que era Nélida. Ella le miró sonriente, con la misma sonrisa que dedicaba a todos los hombres. Por primera vez se fijaba en él. Fernando la vio más alta, más joven que Teri, pero con un aspecto vulgar y atrevido que le fue antipático. Sólo sus ojos de pupilas de ámbar, que tomaban con la luz un reflejo de oro, le recordaron ¡ay! los otros.

Jamás actor aborrecido o antipático recibió tan atroz silba en corrales de Madrid. Lo extraño es que siempre pasaba lo mismo.

Siempre he dicho que esta niña tiene más talento que su madre afirmaba la princesa. Al encontrarse Alicia con el príncipe, rompió á reir y casi le abrazó. ¿Te acuerdas cómo nos odiábamos?... ¿Te acuerdas del día que nos pegamos en el Bosque?... Le miraba con interés, examinándolo de arriba á abajo, sin encontrar nada del jovenzuelo antipático de otra época.

¡Pero si yo no me burlo de vosotros, querido Pep! ¡Si todo es verdad!... Entérate de una vez: soy pretendiente de Margalida, como el Cantó, como ese verro antipático, como todos los muchachos que acuden a tu cocina para cortejarla... La otra noche me presenté porque ya no podía sufrir más, porque comprendí de pronto la causa de las tristezas que me vienen afligiendo, porque quiero a Margalida, y me casaré con ella, si ella me acepta.

Nada ni nadie me hará desistir, tontín, y yo te respondo que mi actitud, ¡vivan las actitudes! será tan firme, que ha de causarte admiración. El suplicio de tener que oir las simplezas y ver el antipático semblante de Cuatro Vientos me dará fuerza para resistir al sistema arbitrario y á las medidas preventivas de mamá

Don Oscar dijo con alguna vacilación es un señor que administra la hacienda de mamá... Es amigo antiguo de la familia... ¿Y vive con vosotras? , desde hace tres o cuatro años... Como es un señor viudo sin hijos y a mamá le sobraba mucha casa... se vino a vivir aquí... Después me explicó que le era muy antipático, por el afán que tenía de meter la nariz en todo y dirigirlo y mangonearlo.

El prestidigitador buñuelista era un hombre pequeño, antipático, tirando a viejo. Sudaba tanto con aquel continuo y fatigoso ejercicio, que su cara parecía haber estado en remojo poco antes. Para entretener el fastidio canturreaba 10 esta copla: Reinará D Carlos con la Inquisición, cuando la naranja se vuelva limón.

Aquel bruto le causaba repugnancia por el furor con que defendía sus nuevas creencias, sólo comparable a la bestialidad con que había sustentado las anteriores. Además, le era antipático por el provecho que sacaba de su conversión, explotando al señor Vicente y amenazándole cuando no le daba bastante.

Bajo de estatura y de color, cara redonda con ojos pequeños y vivos de una expresión firme y aviesa que le hacía desde luego antipático; pelo negro y lacio que ofrecía al descubrirse una leve y prematura calva en la coronilla.

Era alto, seco, nervioso, de mirada inteligente y dura, y de tez morena oscurecida por el paño de la mal rapada barba. Vestía una sotana morada, ya deslucida por el uso. Llevaba en el pecho una cruz y en el dedo un anillo de gruesas amatistas. Le seguían, como doble sombra negra, otros dos eclesiásticos, y era al mismo tiempo, sin que una cualidad dominara a la otra, antipático y respetable.