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La gente se lo preguntaba y no se daba contestación satisfactoria. Los amigos, y simultáneamente don Andrés Rubio, se mostraban inquietos. Sólo no se alteraba doña Inés. Su carácter estoico y su resignada y cristiana conformidad con la voluntad del Altísimo conservaban casi siempre inalterable la tranquilidad de su alma.

Tal ha sido el fin de la dotación del generoso caballero Don Andrés Vandorne. Coleccionistas antiguos

Con ligereza se escapó Juanita sin que don Andrés la tocara, y se puso en la calle de un brinco. Don Andrés la siguió. Déjeme en paz vuecencia dijo ella ; no sea pesado, no sea imprudente. Mire que puede salirle mal este juego. ¡Hola, hola! ¿Te me vienes con amenazas? No son amenazas, son advertencias amistosas, señor don Andrés.

Entendió Andrés que por él lo decía, y riéndose, dijo: Señora doncella, ésta es mi recámara y éste es mi pollino: si vos halláredes en ella ni en él lo que os falta, yo os lo pagaré con las setenas, fuera de sujetarme al castigo que la ley da a los ladrones.

Las pobrecillas quisieran verte médico, abogado... ¡pero ya , ya que las cosas andan malas, como yo me las figuraba! ¿Habló Andrés con Castro Pérez? Mira: yo le veré esta noche. Allí puedes ganarte alguna cosa; poco, poco, porque ya lo sabes, en Villaverde todo es roña; pero ¡algo es algo!

Badalona, puerto vecino de Barcelona, con 10,500 almas. San Andres de Palomar, con 10,000 habitantes. Tarrasa, con 9,000, famosa por sus paños superiores. Clot, con 7,000 almas. Arenys de Mar, con 5,000, notable tambien por sus tres excelentes astilleros. Cataluña, por la naturaleza de sus producciones, tiene activas relaciones con todos los mercados del mundo.

Dios guarde á V. E. muchos años. Sala Capitular de Buenos Aires, 21 de Mayo de 1810. Juan José Lezica Martin Gregorio Yaniz Manuel José de Ocampo Juan de Llano Manuel Mancilla Jaime Nadal y Guarda Andres Dominguez Tomas Manuel de Anchorena Santiago Gutierrez Dr. Julian de Leiva. Exmo. Sr. Virey, D. Baltazar Hidalgo de Cisneros." EXCELENTÍSIMO SE

Andrés observó, en una de sus frecuentes ojeadas, que Rosa iba descalza, y detuvo el paso. No había reparado en que vas descalza, Rosa. Tampoco yo repuso ella mirándose tranquilamente a los pies. Cuando chica andaba mucho así: no se me hace novedad. No, no puedes seguir de ese modo: te vas a hacer daño. ¿Quieres ponerte mis zapatos? La joven soltó una carcajada.

Juanita no se arrepentía nunca de lo que había hecho, después de haberlo reflexionado bien o mal; pero si su voluntad era firme y hasta terca, su entendimiento vacilaba y cambiaba a menudo, porque, sucesivamente cuando no al mismo tiempo, veía el pro y el contra de todas las cosas. Al hallarse en presencia de don Andrés le asaltaron dudas y sintió algo como remordimiento.

Ni para que me lo digas ni para que yo lo discuta te he pedido yo y me has concedido la cita. Yo no soy un personaje ridículo y no tienes derecho para querer hacerme objeto de una necia burla. Yo estaba exasperada, señor don Andrés, y si alguna falta hubo en , harta disculpa tiene. Por mi humilde cuna, por mi baja condición social, todos me despreciaban, incluso vuecencia.