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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Su donaire burdo y soez hería a veces en lo vivo de las ridiculeces humanas: tenía un temperamento observador cargado de malicia: bajo su exterior calmoso y frío se adivinaba un espíritu sagaz y travieso que había carecido de medios para desenvolverse. A Andrés no le era nada simpático; pero tenía sus razones para sufrirle y aun para bailarle el agua.

D. Manuel de Andres de Pinedo y Arroyo, se dijo: Que reproduce el voto del Sr. D. Pedro Andres Garcia. Por el Sr. D. Manuel de Luzuriaga, se dijo: Que reproducia igualmente el voto del Sr. D. Pedro Andres García. Por el Sr.

En sus lágrimas de dolor maternal había también algo del despecho de mujer autoritaria, al ver en la propia casa una voluntad que se rebelaba, colocándose por encima de la suya. Relataba a don Andrés entre suspiros la vida de su hijo en aquellos días, desde que había adquirido su independencia. Ya no se recataba para pasar la noche fuera de casa.

Y, asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto. -Llamad, señor Andrés, ahora -decía el labrador- al desfacedor de agravios, veréis cómo no desface aquéste; aunque creo que no está acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo, como vos temíades.

Merecen nombrarse, entre los más ardientes rivales de Lope, á Cristóbal de Mesa, Micer Andrés Rey de Artieda, Esteban Manuel de Villegas y Cristóbal Suárez de Figueroa; el principal blanco de sus ataques era la irregularidad de sus comedias; pero como se apoyaban en preocupaciones exclusivistas, y en la imperfecta inteligencia de las reglas aristotélicas, sólo pocas veces consiguieron su objeto .

La parte alta, donde está el castillo y la antigua iglesia, se hallaba aquel día muy solitaria. Juanita oró largo rato en el templo, casi desierto. Al salir de él tuvo la desagradable sorpresa de encontrarse con don Andrés, que la había espiado, que la había visto subir, que la había seguido, y que la aguardaba a la puerta. Grandes fueron la desazón y el sobresalto de la muchacha.

Pero al punto trataba de alejar estas ideas, que no le traían más que tristezas y cavilaciones. Es aquel barrio tan apartado, que parece un pueblo. Comunícase, de una parte con San Andrés, y de otra con el Rosario y la V.O.T. El vecindario es en su mayoría pacífico y modestamente acomodado; asentadores, placeros, trajineros.

Allí se fueron, pues; y aunque también en San Andrés había Caporalas y Eliseos, con distintos nombres, por ser estos caracteres como fruto natural de la vida en todo grupo o familia de la sociedad humana, no parecían tan despóticos y altaneros como en la otra parroquia.

Bien mediada la tarde, cuando el salón del casino estaba menos concurrido, la atmósfera más despejada, y las bolas de marfil quietas sobre el paño verde, don Andrés dio por terminada la partida, aproximándose a su discípulo, rodeado como siempre por los partidarios más pegajosos y aduladores.

Todos, como Andrés, van á América buscando la fortuna; todos van, como él, poco más que á merced de la casualidad.... Seamos exactos: muchos de ellos no llevan ni siquiera una carta como la de don Damián. De todos los que acompañan á Andrés, acaso no encuentre uno solo lo que va buscando; quizá todos ellos contemplen por la última vez de su vida la tierra sobre que han nacido.

Palabra del Dia

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