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Esa capacidad para el crimen, la violencia de sus sentimientos, ¿no estaban desde luego escritos en su fisonomía, en su mirada? ¿No había en toda su persona, en todas sus palabras algo de duro, de fiero, una continua provocación, una sorda amenaza, una rebelión implacable? Su misma actitud ante el cadáver y durante su prisión predisponían en su contra a Ferpierre.

¡Ah! exclamó el bufón como sorprendido, y dejando de comer ¡Dorotea! ¿qué tenéis vos que ver con Dorotea, padre? Y los hoscos ojos del bufón dejaron ver un relámpago de amenaza. Deseo saber, ya que no podéis ser su padre legítimo, lo que sois de esa mujer. Soy su perro. Os he suplicado que me contestéis con lisura.

Unos montañeses me contaron que, en su valle, una aldea destruída dos veces por esos aludes de piedras, ha sido edificada por tercera vez en el mismo sitio. Los habitantes habrían querido huir de allí y elegir ancho valle para su morada; pero ningún pueblo vecino quiso acogerlos ni cederlos tierras; han tenido que permanecer bajo la amenaza de las rocas suspendidas.

Cuando ha visto que la condesa aún vivía, ha renunciado al nombre y se ha hecho fuerte en lo demás. Cuando vea que su persona de usted se pasa fácilmente sin la suya, se contentará con el dinero. ¿Y ese proceso, ese escándalo con que nos amenaza? Ofrézcala dinero. Pero, ¿y su hijo? Cuestión de dinero. Claro que habrá de ser mucho.

En el acto segundo lo vemos en gran favor en la corte de Túnez; pero su orgullo le ha granjeado muchos enemigos, y además lo indispone con el Rey. Otros corsarios moros emprenden mientras otra expedición á Sicilia, y traen con varios cautivos al padre y á la hermana de Leónido. El renegado desahoga en ellos su ira; ciega á su padre y lo amenaza con la muerte.

¡Gentleman, lléveme! gritó el amoroso catedrático con un temblor histérico en la voz y extendiendo sus brazos . Yo no quiero vivir aquí. Tómeme en su navío gigantesco ó me arrojo al agua. No supo nunca Gillespie si el enamorado capitán fué capaz de cumplir su amenaza, pues se negó á volver el rostro. Pronto dejó de oir la voz de su antiguo traductor.

En cuanto a lo de que mi hermano pudiera propasarse conmigo, añadió sonriendo como guapo amenazado mire Vd., tampoco a me faltan bríos. La descarada sonrisa del cura y su ademán de amenaza, sacaron de quicio a Millán. No necesita Vd. insistir en ello: conozco esa mansedumbre perfectamente sacerdotal. ¡Caballero! Hombre, casi me alegro de que me haya usted dado ocasión de desahogarme.

De todos modos se oponen, y hasta le amenazan con las iras del cielo si no son obedecidos en sus píos y honrados mandatos, y usted, que es buen hijo y, aunque otra cosa piensa ahora, algo temeroso de la opinión pública, se encoge y tiembla y padece, porque no tiene resolución para atropellar los obstáculos devolviendo tesón por tesón y amenaza por amenaza... ¿No es esto? Cabalmente.

Entonces la miró con fijeza; después, besándola, la empujó suavemente hacia su madre. Como si hubiese leído alguna trágica amenaza en el fondo de aquellos ojos que no cambiaron de expresión para los demás asistentes, Raquel retrocedió, ahogando un grito. ¡Qué nervios tiene esa chica! dijo alguien en voz baja.

Vamos, Cachucha, dijo el abuelo, observando las pacíficas manifestaciones del perro envaina ese sable que amenaza nuestras cabezas. El perro no está rabioso: son otros los síntomas que presentan esos pobres animales cuando se hallan atacados de esa terrible enfermedad. Verás lo que tiene.