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Actualizado: 28 de noviembre de 2025


Llame Vd. á la Madre abadesa, que traigo prisa, dijo la cabrita; si no, voy por el abejaruco, que le vi al venir por acá. La tornera se asustó con la amenaza, y avisó á la Madre abadesa, que vino, y la cabrita le contó lo que pasaba. Voy á socorrerte, cabrita de buen corazón, le dijo, vamos á tu casa.

Temo lo que mi padre temía respondió. ¿Y qué era eso? Que cumpliera cierta amenaza que muchas veces había hecho a mi padre, y más tarde a . El día que abandoné mi hogar me amenazó también... desafiándome a que pronunciara una sola palabra. , ese tuerto tenía sobre ella un poder absoluto, como se había jactado delante de la señora Percival.

En su soledad, vive la vida intelectual del mundo entero, y con el cuerpo marchitado para siempre, conserva la frescura de la inteligencia. ¡Benditas sean las lepras que así suavizan los dolores de la existencia! El gobierno de Colombia, como lo he dicho, se preocupa seriamente de ese mal que amenaza comprometer el porvenir del país.

Haremos una revolución, destronaremos a Alberto, y le daremos á usted la corona de Mónaco. Puede casarse, si le place, con la hija de un emperador: el dinero lo arregla todo. Nosotros lo tenemos, usted lo tiene... ¡He dicho que no! Lo que yo deseo es entrar en el Casino para hacerlo quebrar y llevarme las llaves. Esta amenaza le arrancó la suprema concesión.

Facundo se presenta a la vista en un caballo blanco; el Boyero se hace reconocer y amenaza desde ella a sus antiguos compañeros de armas. Principia el combate y se manda cargar a unos escuadrones de milicia.

El inmenso parche rojizo que quedó en la montaña le da un aspecto de muerte y horror que hace temblar, porque el viajero recuerda que muchas poblaciones de Suiza viven bajo la constante amenaza de semejantes derrumbes.

Pero ¿y ésa?, ¿dónde está, que con tanto interés abogas por ella? preguntó Esteban . ¿Es que la has visto y la has hablado? ¿Es que está en Toledo? ¿La has traído acaso, con tu audacia de incrédulo, a la misma catedral...? Gabriel, viéndolo lloroso y quebrantado por su amenaza de marcharse, creyó llegado el momento decisivo, y abrió la puerta del cuarto de Sagrario.

Los principales agitadores de las asociaciones obreras, que veneraban al revolucionario, le habían rogado que huyese, temiendo por su vida. Las indicaciones de los poderosos, equivalían a una amenaza de muerte. Acostumbrados los trabajadores a la represión y la violencia, temblaban por Salvatierra. Tal vez le matasen una noche en cualquier calle, sin que la justicia encontrase jamás al autor.

En el interior reina una tranquilidad aparente; pero el suelo parece removerse, y rumores extraños turban la quieta superficie. La Prensa de Buenos Aires brilla con resplandores siniestros; la amenaza está en el fondo de los artículos que se lanzan diariamente oposiciones y Gobierno.

Así es que andan como ladrones, con paso silencioso y rápido; á veces, hasta envuelven con paja los cascabeles de las mulas para que el retintín del metal no irrite al genio maléfico que desde allá arriba les amenaza.

Palabra del Dia

vengado

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