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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Y en efecto, poco a poco el semblante de la joven con sus rasgos delicados, con su expresión franca y risueña, se le representó como un sueño amable que había tenido en distintas épocas de la vida; trasladose a los días de placer, recordó los momentos en que su fantasía le hizo entrever los campos floridos de la dicha; días y momentos fugaces para él como para todos, pero que dejan la huella de Dios en el espíritu y le preservan de la corrupción.
Mas en cambio de estos apuros tenía compensaciónes: la planchadora se mostraba amable y generosa a ratos: algunas veces le levantaba entre sus robustos brazos y le tiraba al aire volviendo a recogerle; le daba vivos y sonoros besos; le llamaba pichoncito, rico mío, querido, y le estrechaba con tal fuerza contra su seno, que andaba cerca de asfixiarle.
Aunque sonreí al leer el billete amoroso, no dejó de causarme sensación dulce y amable, que muy pronto hizo sitio a otra melancólica, al recordar que me estaban prohibidas para siempre tales aventuras.
Miserable generación de un día, hijos del acaso y la fatiga. Razón tenía el sabio Sileno. «Lo mejor para vosotros en primer lugar es no haber nacido: en segundo lugar morir pronto.» Regalado no estaba tan desengañado de la existencia, pero quiso mostrarse amable y elevó los ojos al cielo en señal de asentimiento.
Las ideas políticas de éste, aunque muy democráticas, estaban templadas por aquella eterna y dulce y amable sonrisa de que hemos hecho mención: esta sonrisa era el mejor salvo-conducto para entrar y ser bien acogido en todos los salones de la corte: gracias a ella, D. Bernardo Rivera, que no tenía pizca de demócrata ni abolicionista, se dignaba otorgarle su amistad protectora: «Es un muchacho excelente solía decir, salvo sus ideas...; pero ya las irá modificando con el tiempo.» Con aquella sonrisa, beneficiada con acierto, se podía hacer una gran carrera.
El comedor estaba lleno de parroquianos de todas las trazas, que observaban prolijamente a los recién llegados y, a no interponerse entre unos y otros la figura amable de Melchor y la respetada de Baldomero, habrían pasado un mal rato los dos viajeros, pues cuando Ricardo se puso la servilleta en el cuello como un babero, bajo su cara afeitada, dijo un paisano que estaba cerca: ¡Parece un «flaire» que va a decir misa!...
Allí hube de tomar por primera vez esa máquina infernal que se llama diligencia y que caracteriza vigorosamente á uno de los tipos mas curiosos, tipo que se divide en tres entidades homogéneas pero diversas: el mayoral, el delantero y el zagal. Francamente, creo que Santo Domingo de Guzman, Felipe II y el amable Torquemada no entendian el oficio.
¡No es usted sincera en este punto! ¡No! pero doblemos la hoja, hablemos de otra cosa, se lo ruego... ¿Es complaciente su amigo Fabrice?... ¿Sería amable conmigo si tuviese necesidad de pedirle algún favor? ¿Qué cree usted? Estoy seguro de que sí... Pero es necesario que bajemos aquí; de otro modo la corriente nos arrastraría por encima de la esclusa.
El muchacho se parecía por lo bueno y lo guapo al único hijo que los viejos habían tenido; un pobrecito que había muerto siendo soldado, en tiempos de paz, en un hospital de Cuba. Todo le parecía poco a la seña Eduvigis para el aperador. Reñía al marido porque no se mostraba, según ella, bastante amable y solícito con Rafael.
Pues imaginad ahora que llega un momento en que el demonio, las solteronas, una prima fea ó un sobrinillo amable, llevan medio recado, y se concierta una cita, y se abre á media noche cualquiera de los ventanuchos del callejón, ó se utiliza como locutorio el ojo de la llave de la puerta falsa.....
Palabra del Dia
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