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Actualizado: 11 de mayo de 2025
¡Alberto!... ¡Pequeño mío!... Soy yo, tu abuela; ¿no me conoces?... Vendré á verte todas las noches.... ¡todas las noches! En la representación siguiente lloró menos. A la salida, habló con el hombre de la puerta con cierta familiaridad, como si ella también fuese de la casa. ¿Ha visto usted qué bien «trabaja» mi nieto?...
Felipe se la entregó maquinalmente, mientras se deshacía en protestas exageradas para convencer a Alberto de que si le había agujereado el sombrero había sido sin intención deliberada... ¡Soberbia carrera acabo de emprender por vuestra culpa, caballeritos! dijo el conde bajando del coche. A Dios gracias llego a tiempo de evitar un desastre.
Sólo aparece su título en el catálogo de D. Cayetano Alberto de la Barrera, pero con una interrogación, signo de la duda que le inspiraba su autenticidad, ó acaso expresión de su imposibilidad de encontrarla y examinarla. No extrañe, pues, el lector que, faltando á nuestra costumbre, no se copie el original castellano, casi siempre citado en alemán por el señor Schack.
Sí; ya sé que llevamos cuatro años de guerra y á todos aburre hablar de estas cosas. No insistiré, señor comisario. Me han dicho que hasta en los teatros y en los periódicos están cansados de la guerra y sus aventuras. ¡Además, mi historia es la de tantas y tantas mujeres!... Alberto fué á incorporarse á su regimiento en los primeros días de la movilización.
Cierto día, con todo, tuvo un descuido, y el pez se le perdió. Entonces se puso en camino, fué á Alemania, buscó á Alberto, y le rogó que le hiciera otro pez semejante al primero. Como yo no puedo esperar tanto tiempo, me resigno á dedicar á V. El Comendador Mendoza.
Está loco rematado dijo uno, al ver cómo se alejaba. O es demasiado discreto repuso otro. ¡Pchs!... Lo mismo da agregó el llamado Alberto. En fin, no importa... Pero dejemos a un lado el género triste; hay que convenir en que es muy poco agradable eso de tropezarse después de beber bien, con un novio que acaba de enviudar. ¿Asistirás al entierro? Creo que no podemos excusarnos observó Alberto.
Alberto exclamó de pronto volviéndose hacia su amigo puesto que este caballero es el insultado supongo que disparará primero. ¡Claro! repuso Alberto, impávido, sin cesar en su operación. Amaury, con la misma calma, tornó a su pueril tarea de arrancarles el corazón de oro a las inocentes florecillas.
Hacía esfuerzos inútiles para entender á la vieja, la cual iba repitiendo las explicaciones que había escuchado, aunque sin comprenderlas mejor que la otra. Lo cierto es que Alberto trabaja en el cinema. Ven con el niño; os espero esta noche. Hizo su invitación con aire de mando. A las ocho la encontrarían en la puerta del cinematógrafo, situado casi en el extremo opuesto de la gran ciudad.
Debía conocer á su nieta, la célebre bailarina. Iba á hacerle alguna pregunta sobre ella, cuando la vieja siguió hablando. Mi preferido fué siempre Alberto, un obrero aficionado á los libros. Yo, aunque deseo vivir independiente, iba todos los días á su casa, ayudaba á su mujer, jugaba con su hijo. ¡Un biznieto! Imagínese qué alegría, señor comisario. No todos llegan á ser bisabuelos.
Quien dude de este aserto puede consultar á Beato Renano en su libro II de las cosas de Alemania, á Alberto Crancio en su Metrópoli, á Jorge Braun en su Teatro de las ciudades, á Munstero en su Geografía, á Bocio en su libro 22 de las Señales, á nuestro P. Yepes en su Crónica de S. Benito, centuria 2.ª al año 640, y en otros muchos escritores tan respetables como estos.
Palabra del Dia
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