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Actualizado: 11 de julio de 2025


No había más remedio que caminar por Sevilla con la lengua fuera, si no quería incurrir en el desagrado de aquel enano autoritario, que lo expresaba en frases corteses, , pero firmes y severas. Invariable, infaliblemente, D. Oscar iba a misa de ocho a San Alberto con doña Tula todos los días. Gloria les acompañaba unas veces y otras no. Cuando lo hacía, se iba lo menos veinte a treinta pasos delante. El bendito señor no asistía a ningún café, ni iba jamás al teatro, ni salía a paseo. Sus horas de recreo, que tenía tan bien clasificadas como las de trabajo, las invertía en jugar a las damas con D.ª Tula.

Una vez puestos de acuerdo Alberto y el procurador, aquél ofreció a éste un cigarro de su preciosísima petaca, pero viendo que rehusaba la fineza, púsose a encender tranquilamente su habano y luego, acercándose a Amaury, díjole sin recatar la voz y como para vengarse del desaire curialesco: Ea, ya está todo listo y a punto; el duelo va a ser a espada.

Alberto le sacó de esta situación diciéndole: Sucede que no eres , sino yo el que se bate con este caballero, y a juzgar por la destreza que ha demostrado al dispararme, se ve que es un enemigo peligroso. Venga la pistola y concluyamos; quiero ver si gozo de tan buena puntería como él.

Sólo mi amigo Joaquín Villalba interrumpió alguna partida para decirme, como oportuna advertencia: No salude usted nunca a los que juegan al bridge, Alberto, porque no lo ven... Ni les hable, porque no lo oyen... Y hasta es bueno que ni los mire, porque si no tienen suerte, pueden pensar que usted les trae desgracia, ¡y no hay peor reputación que la del «jettatore»!

Dijo esto con la voz dulce y el gesto algo desmayado que lo eran habituales, pero había en sus palabras la firmeza mística del creyente. El coronel asintió. El Museo que entusiasmaba al profesor era obra del príncipe soberano; y él sentía un profundo respeto por «Alberto», como le llamaba familiarmente.

Pues me ocurrió que, en cuanto instalé mis animales en la Exposición Rural, fui allí a reanudar mis partidas de bridge del año anterior. Me encontré con Joaquín Villalba, mi amigo, el infatigable «clubman», a quien se lo propuse... ¿Qué dice usted? exclamó fuera de . ¡Jugar al bridge! ¿Estará usted todavía enfermo de bridgemanía? ¡Pues está usted fresco de noticias, querido Alberto!

Los cargos importantes, que desempeñó después Argensola, ya como secretario de la emperatriz María de Austria, ya como gentil-hombre de cámara del archiduque Alberto, y últimamente como secretario de Estado del virrey de Nápoles, no le dejaron tiempo ni gusto bastante para consagrarse á la literatura dramática, limitándose á ejercitar su talento poético en composiciones líricas, que le granjearon merecida fama.

CAP. XIX. Continúa el P. Miguel de Yegros la misión de los Zamucos, á cuyas manos muere el hermano Alberto Romero. 173 CAP. XX. Progresos y aumentos de otras Reducciones en los años de 1717 y 1718. 191 CAP. XXI. Breve descripción de la provincia del Chaco; costumbres y cualidades naturales de sus moradores, y fundación de una nueva Reducción en ella. 209

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