Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 11 de junio de 2025
A este tiempo llegó de otro pueblo distante el matador del hermano Alberto con otros doce ó trece de los suyos, que con sus persuasiones confirmó al pueblo en su resolución.
»De pronto salió en el telón el interior de una trinchera, con muchos soldados descansando. Uno de ellos escribía una carta sobre sus rodillas, puesto de espaldas al público. Poco á poco volvió la cabeza y sonrió á las gentes. Yo dudé, creyendo que veía mal. Luego debí gritar. ¡Era mi nieto!... »Me levanté para verle mejor; quise ir hacia mi Alberto.
" Alberto Espinosa y Ramos. " Ramón O'Farrill y de Miguel. " Enrique A. Varona y del Castillo. " Rafael Santamaría y Vila. " Arístides Hernández y Rodríguez. " Virgilio Acosta y Acosta. " Manuel Escribano y González. " José Trescerra y Pujada. " Joaquín Silveiro y Saena. 2º. Teniente. Joaquín A. de Oro y Vizcaino. Capitán. Augusto W. York y Brooks. Comandante. Antonio Luaces y Molina.
Apenas hubo nombrado á Alberto, la nieta se conmovió, perdiendo su alegría de pájaro. ¡Cómo he sentido su muerte! dijo con los ojos húmedos . Nos llevábamos mal; apenas nos veíamos.
Una señora elegante salida de él la sonreía, intentando abrazarla. ¡Abuelita!... ¡abuelita! Lo primero en que se fijó la vieja fué que la bailarina célebre iba vestida de luto: un luto vistoso y sobradamente llamativo, pero luto al fin, que sólo podía ser por su hermano Alberto. Se sintió empujada cariñosamente al otro lado de la verja que acababa de abrir la doncella.
Duró esta terrible persecución más de tres años; mas nuestro Alberto, asistido siempre de Dios y del ángel de su guarda, que si no estaba á su lado en forma visible, á lo menos lo estaba con la invisible operación en su corazón, jamás se dió por vencido, ni omitió las acostumbradas obras de caridad, ni dió un paso atrás en el modo de vivir que había emprendido.
Luego aparecían las trincheras y el soldado que escribía la carta puesto de espaldas, y al volver la cabeza hacia el público, mostraba su rostro. ¡Alberto!... ¡Alberto!... La vieja tuvo que hacer un esfuerzo enorme para contenerse. Le subía este grito á la garganta con estertores dolorosos. Pero tembló ante la idea de escandalizar á los espectadores, como en la noche anterior.
Habló con la portera de una de estas viviendas. Su biznieto estaba en la escuela y la mujer de Alberto trabajaba en la fábrica. Fué luego á la tal fábrica, y el conserje, un inválido, le cerró el paso. Prohibida la entrada; ningún curioso podía introducirse en los talleres, porque en ellos se torneaban obuses.
Las colecciones son ricas y variadas, y desde el vestíbulo se encuentra con agrado el culto del arte en dos bellas estatuas de mármol que representan á Rafael Sanzio y Alberto Düren. Los numerosos salones de las galerías contienen muchos centenares de cuadros antiguos y modernos, representantes de todas los escuelas.
Alonso Bohorques, Rector del Colegio de San Alberto; Fr. Agustín Velázquez; el P. Fr. Miguel Guerra, y el P. Fr. Gaspar de Cebes, del Orden de San Francisco. Fecha en Sevilla á 2 de Febrero de 1614. D. Rodrigo Ortiz de Zárate.» Tal fué el curioso suceso que las crónicas sevillanas registran, y por el que se ve que todos los caballeros de antaño no eran un modelo en esto de la caballerosidad.
Palabra del Dia
Otros Mirando