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Actualizado: 11 de junio de 2025


Habia salido de Milan á las seis de la mañana, entré en Novara á las dos de la tarde. Inmediatamente se agolparon á mi cabeza todos los recuerdos de Cárlos Alberto, y solo así me interesó Novara, que en verdad tiene poco que ver.

Me he de levantar temprano para el trabajo; debo ocuparme del niño antes de enviarlo á la escuela. ¡Imposible!... Además, ¿para qué volver? Alberto no resucitará, y este espectáculo me mata. La vieja la siguió con los ojos mientras se alejaba con su niño titubeante de sueño. Siempre había creído á esta mujercita de poco corazón. ¡Ay! La única que se acuerda verdaderamente de Alberto soy yo.

En el año de 1574 vino á Madrid una compañía italiana, dirigida por un cierto Alberto Ganasa, y dió una serie de representaciones, que merecieron general aplauso. Acostumbrados á los teatros de Italia, muy superiores á éstos, quisieron mejorarlos y hacer en su construcción útiles reformas.

Habiendo ordenado el nuevo Provincial Padre Juan Bautista de Zea que el P. Miguel de Yegros, en pasando las lluvias, fuese con el hermano Alberto Romero á fundar la Reducción de nuestro P. San Ignacio, se anticipó el P. Yegros algún tiempo, así por escoger con tiempo sitio á propósito, como por no exponerse á peligro de no hallar agua qué beber en el camino; por tanto, á principios de Abril empezó su viaje; mas entrando en el bosque de los Zamucos, se vió obligado á volver atrás por tener tanta falta de agua, que ni la gente ni las caballerías tenían con qué apagar la sed.

Alberto, advertido de antemano por Amaury para que accediese a todas las peticiones de la parte contraria, aunque rayaron en exigencias, se avino desde luego a todo, sin oponer más objeciones que las que son de rigor en tales casos. Convinose, pues, en que el encuentro se verificaría a espada y con las propias armas de Felipe, dos espadas militares magníficas.

Amaury no hizo el menor movimiento; sólo Alberto dejó caer el cigarro y corrió a buscar su sombrero. Extrañado Amaury e inquieto por la dirección que, según suponía, había tomado la bala, preguntó a su amigo: ¿Qué ocurre? Nada contestó Alberto dando vueltas a su sombrero entre los dedos e introduciendo el pulgar en un agujero que acababa de descubrir en el fieltro.

"Nuestro Señor guarde á V.S. muchos años. Tupiza, y Marzo 17 de 1781." Antolin de Chabarri. Manuel de Montellano. Pedro Pizarro Santander. José Leon de los Rios. José Dávalos. Pedro Julian Calvete. Ramon Ignacio Dávalos. José de Burgos. Alberto Puch. José Martinez. Felipe Aranibar. Señor Comandante General D. José Reseguin.

Los reconocía únicamente por su sombrero de fieltro con cuatro hoyos simétricos y terminado en punta. ¡Hermosos muchachos, sanos, fuertes y con aire de buenos! A algunos les encontraba cierto parecido con Alberto. ¡Vivan los Estados Unidos! Se entendía con estos soldados por medio de gestos y de guiños, más que por palabras. Pero esto importaba poco.... ¡Cuando hay simpatía y buena voluntad!...

Se detuvo un instante, como embelesada por dulces recuerdos. ¡Los días felices de la paz! añadió . Un domingo fuimos de campo; comimos junto al Sena para celebrar el ascenso de Alberto á primer contramaestre de su fábrica.... Dos semanas después estalló la guerra. El comisario hizo un gesto, que la vieja creyó de cansancio.

La humanidad ha visto esta sacra persona con distintos ojos, ora con los de Alberto Dürer, ora con los de Rafael Sanzio, o bien con los de Van Eick o Bartolomé Murillo.

Palabra del Dia

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