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Actualizado: 11 de junio de 2025
Resolvió ir en persona el hermano Alberto en su seguimiento á buscarlos, como lo hizo, y habiéndolos encontrado, los reconvino con la palabra que habían dado á Dios y á los Padres de querer ser cristianos y vivir juntos en un pueblo, en el lugar que ellos mismos habían escogido y señalado.
Usted, dulce y querido poeta, nos mueve á sonreír con lo mismo que le hizo sangrar, y tiene usted el arte amable y doloroso de extraer de sus propios sufrimientos un placer para nosotros...» A los treinta y dos años Alberto Glatigny regresó al lado de su familia, pero ya la enfermedad de riñones que había de matarle le tenía cogido.
Continúa el Padre Miguel de Yegros la Misión de los Zamucos, á cuyas manos muere el hermano Alberto Romero.
Señor conde dijo luego Amaury, me parece haberle oído decir que tenía que hablar con Felipe. Yo me marcho para poner en práctica la idea que he concebido. Dicho esto saludó y se retiró con lentitud, como si en su ánimo influyese la gravedad del paso que iba a dar. Habló un instante con Alberto, a quien tuvo presente su agradecimiento, montó a caballo y se alejó al galope.
Recuerdos de 1870-71: traducción del mismo. Un volumen, 3 pesetas. La vida militar: bocetos, primera serie, traducción del mismo. Un volumen, 3 pesetas. La vida militar: nuevos bocetos, segunda serie, traducción del mismo; 3 pesetas. Novelas: traducción del mismo; 3 pesetas. Contiene: Camila. La casa paterna. Furio. Manuel Menéndez. Un gran día. Alberto.
D. Cayetano Alberto de la Barrera, Hartzenbusch, Asensio, y don José Sánchez Arjona últimamente en sus Anales del teatro en Sevilla, al ilustrar la vida de Lope de Vega, se han ocupado de su estancia en nuestra población, á la cual he dedicado un recuerdo en las anteriores líneas, como he de hacerlo á otros hombres ilustres por cualquier concepto que visitaron nuestra ciudad.
Este arrojó el arma y se acercó a Alberto, quien a su vez acercose a Felipe, el cual aún conservaba la pistola descargada en la mano. ¡Diantre, señor de Auvray, deme usted pronto esa arma! exclamó el procurador. Existe una ley contra los desafíos.
No lo vi hasta un año después, que volvió del frente vestido de soldado. Luego vino otra vez. Yo había acabado por acostumbrarme á esta situación. Me imaginaba que sólo los otros hombres podían morir, ¡pero mi Alberto!... Un día recibí un papel, que nos hizo llorar á mí y á su mujer. Después nos visitó un compañero de mi nieto para traernos varios objetos suyos. La voz de la vieja se enronqueció.
Te haces encontradizo con ella... Para eso es menester que te levantes un día temprano... Ya sabes que va a misa a San Alberto... Le dices que has estado, con cualquier motivo... conmigo, por ejemplo, en el colegio del Corazón de María, que has hablado con Gloria y que consideras que no debe permanecer en el convento por esto y lo otro... Que no tiene vocación de monja, y que sería cargo de conciencia tenerla allí contra su gusto.
Ahora estamos en paz dijo riendo Alberto. Puede usted irse, cuando guste, a sus quehaceres. Auvray saludó, recogió su sombrero, saltó al simón, dijo algunas palabras al cochero, y el pesado vehículo partió por el camino de Boulogne. Alberto ofreció al procurador un cigarro y un asiento en su tílburi, e inútil es decir que el curial aceptó ambas cosas.
Palabra del Dia
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