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Actualizado: 14 de junio de 2025


Es muy hermoso, mi pobre mamá, correr de un lado a otro, ir a todas partes con completa libertad. Yo nunca había gozado de semejante dicha. ¡Pero si viviese!... »Comienzo ya a pasear valientemente por las alamedas. Hasta hace ocho días eran impracticables, porque el jardinero del conde Dandolo es un romántico puro, enamorado del hermoso desorden y de las gracias melenudas.

Levantándose después, le dijo a Catur: "¡Oh, hijo mío!, esta tarde y otra y otra pasea por las alamedas del río entre los otros árabes, lleva alzada, muy alzada la frente y duerme con descanso; al cuarto día serás Emir y poseerás grandes riquezas: sólo te pido, en premio de mi noticia, que me dejes en paz."

Es recorriendo las alamedas que rodean la Casa de conversacion y la Trinkhalle que el excursionista curioso tiene alguna idea de lo que es en Europa esa parte de la sociedad que se llama «el mundo á la moda,» y del carácter particular de las ciudades de aguas medicinales.

Allí se encuentran calles anchas y limpias orilladas por hermosas casas y espléndidos hoteles; y en tanto que de un lado la ciudad nueva llega hasta la orilla del lago, por entre arboledas y jardines, del otro se extiende hácia la estacion de los ferrocarriles, en una vasta sucesion de quintas elegantes, pequeños parques y magníficas alamedas.

Cuando llegaron los primeros del acompañamiento a la puerta de la justicia, que era la principal entrada de la Alhambra, se fueron derramando, aunque en orden, por aquellas inmensas alamedas de álamos y almeces, hasta que los doce eunucos del Sennaar entraron por las puertas del Alcázar el tesoro, o más bien dicho, la divinidad que conducían.

La vista abarca todas las faldas de la Sierra, cuyas crestas coronadas de nieve brillan magníficamente; reposa con placer sobre los hermosos bosques y prados del inmenso parque, y se deleita en la contemplacion de los lindos jardines y las espléndidas alamedas que circuyen la casa del Príncipe, como de los suntuosos patios y terrazas del pié del palacio, cuyas fuentes arrojan graciosamente sus aguas saltadoras entre grupos de arrayanes artísticamente cultivados.

Aguijoneado de esta necesidad, tomó su sombrero y su bastón y se fue a la calle. Ya en la calle, huyendo de toda persona conocida y buscando la soledad, se salió al campo y se internó por lo más frondoso y esquivo de las alamedas, huertas y sendas que rodean la población y hacen un paraíso de sus alrededores en un radio de más de media legua. Poco hemos dicho hasta ahora de la figura de D. Luis.

Como vivo y elocuente testimonio de la exactitud de mis ponderaciones, ahí está, entre las dos Alamedas, enfrente del antiguo Reganche, y cada día más frondoso, más cultivado, más pulido, más bello, el famoso jardín, ó salón de Bailes de Campo, delicia de los madrileños, y asombro de los castellanos de Amusco y Becerril, que nos visitan durante la estación de los baños de mar.

Desde mi sitio contemplaba yo las idas y venidas de un anciano que circulaba tranquilamente por las alamedas. Todo el día estaba podando los árboles, cavando, regando, cortando las flores marchitas con minucioso esmero.

Una vez, sorprendiome Magdalena en las alamedas del parque, en medio de mis reminiscencias; acompañábala Julia llevando un enorme fajo de crisantemos que había cogido para ponerlos en los jarrones del salón. Un macizo, poco espeso, de laureles, nos separaba. ¿Está usted componiendo algún soneto? me dijo a través de los árboles. ¿Un soneto? ¿A propósito de qué?

Palabra del Dia

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