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Actualizado: 20 de julio de 2025
Y cuando sus ojos se encontraban con el rayo de aquellos ojos negros, sentía una impresión no muy grata, al modo de esos presentimientos inseguros que son, no como el contacto de un objeto, sino como la sensación del aire que hace el objeto al pasar rápidamente. «Según ha dicho el médico indicó la Delfina decidida a pegar la hebra , la pobre Mauricia no saldrá de esta».
Paquito salió el primero: tenía el aire de un chico que ha sentido en una pesadilla un peso enorme, que no ve, ni palpa, ni comprende, pero que le oprime y le anonada y le deja el pecho jadeante. Lilí salió después y se le quedó mirando; los dos se acercaron al retrato. ¡Uy! dijo Lilí desolada ¡Lo que le han puesto!...
A ciertas horas asomaban por aquellos agujeros otras tantas cabezas: esto sucedía en los grandes acontecimientos, cuando la herrera del piso bajo y la planchadora del cuarto resolvían al aire libre alguna cuestión de honor, ó cuando la manola del tercero y la zurcidora de enfrente entablaban pleito sobre la propiedad de la ropa tendida.
Allá, debajo del muro verde de las Delicias, se amontonaban las sombras formando una masa espesa que se iba dilatando rápidamente. Sobre Triana, de lo alto de la suave colina donde se asienta Castilleja de la Cuesta, descendía igualmente la noche. El aire fresco resonó con un ronco silbido prolongado. Era un vapor que salía.
Volviéndose entonces hacia las damas, les dirigió un discurso, que el ruido estrepitoso de la cascada no permitía oir claramente, pero por los animados gestos, por los movimientos descriptivos de sus brazos y el aire torpemente sonriente de su fisonomía, podíamos comprender que nos hacía una explicación apologética de su desastre.
Cada día te alejas más de María Teresa. La habitúas a no ver en ti más que un empleado fiel, cuando debías hacerle comprender tu gran valor. Tú, que tienes tan buena presencia como cualquiera de los jóvenes que la rodean; tú, en cuanto estás cerca de ella, tomas un aire sombrío y unas actitudes tímidas que te perjudican.
La sombra de una de las cortinas de la enredadera, que flotaba al influjo del aire, escondió en este instante el rostro de Sol. ... merece que yo ponga en sus manos, para que me la enseñe al mundo a su lado y me la proteja, la joya de la casa con que ha sido Juan Jerez tan bueno. Aquí la cortina flotante de la enredadera cubrió con su sombra el rostro de Lucía. Juan....
La muchedumbre devota, arrodillada al aire libre, fijaba sus ojos suplicantes en las sagradas piedras, mientras su pensamiento volaba, lejos, á los campos de batalla, con la confianza en la divinidad que acompaña á toda inquietud. De la masa arrodillada surgían soldados con vendajes en la cabeza, el kepis en una mano y los ojos lacrimosos.
Es preciso que nos desnudemos rápidamente detrás del tronco de un árbol, para estar al abrigo del aire helado, que nos olvidemos del frío que contrae nuestros miembros; todo es en vano; el viento nos recuerda la dura realidad. A nuestros pies corre el agua, rápida y sombría; sin tocarla, sentimos que está helada; el soplo de aire que la riza nos hace temblar de frío.
Otro, don Jacinto, otro boletín para la señora de Berrotarán: ¡Pshit, pshit, don Jacinto! ¡Otro boletín! seguía gritando y accionando Caparrosa con la única mano libre que le quedaba en su envidiable posición de la reja. Largá el peso volvió a contestar don Jacinto. Ahí va, ahí va el peso, barájelo y Caparrosa tiró el peso, y don Jacinto lo volvió a cazar en el aire.
Palabra del Dia
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