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Actualizado: 11 de junio de 2025


Ella tampoco ha podido dormirse sin hacer al viejo tío el confidente de su dicha. Eso está bien, hijos míos; os lo tendremos en cuenta. Y con la misma alegre prisa con que había abierto la carta de Roberto Hellinger, rompió el nuevo sobre. Pero apenas había comenzado a leer, cuando con un grito ahogado retrocedió dos pasos, tambaleándose, como un hombre que recibe un golpe por sorpresa.

¡Cállese usted! dijo Pablo Aquiles, ahogado y descompuesto. Que no y que no; he de gritar y me han de oír los sordos, me quiere usted echar a la calle, ¿eh? pues lo veremos. Se sentó en el umbral de la puerta que caía al patio, como quien ocupa cómoda tribuna para hacerse oír de los vecinos; a sus voces se unió el llanto del niño, y ante tamaña algarada acudieron Gregoria y Casilda, sorprendidas.

Los ojos de éste comenzaron a ponerse encendidos y encarnizados, como los de un lobo, su sangre llameó repentinamente y con brusco ademán la sujetó brutalmente por la cintura. Fernanda dejó escapar un grito ahogado. ¿Qué tienes?... ¿Por qué te enfadas?... ¡Déjame!... ¡Déjame, bruto! Luchó, forcejeó con desesperación, pero no logró desasirse...

Su grito de pavor fue ahogado por el de su compañero. Más rápido que el pensamiento, el joven, se tiró del caballo y levantó en sus robustos brazos a la linda desmayada. ¡Eva! ¡Mi querida Eva! exclamó transportado por irresistible entusiasmo.

Pero, capitán, veo a un religioso... ¡Infame! se ha disfrazado. ¡Fuego! ¡Por San Pedro! fuego, pues. ¡Por usted, reverendo! El fraile recibió el tiro en el pecho y cayó de rodillas. No quedaban más que dos, él y el filósofo, también herido. Los otros habían sido muertos, se habían ahogado entre los rompientes al querer ganar a nado la tartana, o arrastrados por las olas.

Kernok tenía una de esas almas fuertemente templadas, inaccesibles a las mezquinas consideraciones que los hombres débiles llaman reconocimiento o piedad. No es extraño, pues, que cuando apareció en el puente no se notara en él la menor emoción. El capitán se ha ahogado dijo con calma al contramaestre ; es una lástima, porque era un valiente.

¡Infeliz! exclamó con ahogado sollozo . ¿Puede el dolor moral matar de esta manera? Cuando yo la recogí en la Trascava, estaba ya consumida por una fiebre espantosa. Pero eso no basta ¡ay!, no basta. Usted dice que no basta. Dios, la Naturaleza dicen que . Si parece que ha recibido una puñalada. Recuerde usted lo que han visto hace poco estos ojos que se van a cerrar para siempre.

Ya ve vm., dixo Candido á Maitin, que á veces llevan los delitos su merecido: este pícaro de patrón holandés ha sufrido la pena digna de sus maldades. Está bien, dixo Martin, pero ¿porqué han muerto los pasageros que venian en su navío? Dios ha castigado al malo, y el diablo ha ahogado á los buenos.

Roseta se colgaba de su cuello, suspirando amorosamente, con los ojos todavía húmedos: ¡Pare! ¡pare!... Pero el pare no pudo contener una mueca de sufrimiento, un «¡ayahogado y doloroso. Un brazo de Roseta se había apoyado en su hombro izquierdo, en el mismo sitio donde sufrió el desgarrón de la uña de acero, y en el que ahora sentía un peso cada vez más abrumador.

Se abrió una puerta, se oyó un grito ahogado y enfrente de ellas, tal como lo conocían cuando era dichoso, bello, joven y sonriente, apareció Jacobo tendiéndolas los brazos.

Palabra del Dia

rigoleto

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