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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Sería inútil buscar nada mejor.» «Vamos más lejos, dice el otro, aquí hay moscas.» Le pasean así hasta que ha encontrado un lugar de su agrado y se decide generalmente a la puesta del sol. Entonces se arrodilla, los dos vecinos sacan sus cuchillos y le cortan tranquilamente la cabeza. Pero tiene, por lo menos, el consuelo de morir en un terreno a su gusto.
Todo esto lo decía cada vez más acortada, sin dejar caer de los labios una sonrisa inocente y humilde, que agradó a Miguel. Era lo único que podía agradarle: el rostro, sin ser feo, nada tenía que pudiese llamar la atención; además, no lo veía claramente, a causa de la oscuridad en que la sala se hallaba. Cuando dijo las últimas palabras, la niña se retiró precipitadamente.
Halagada por los elogios disparatados de la vieja y sus extraordinarios relatos de las costumbres gitanescas, Feli la veía llegar con agrado todas las tardes. Algunas veces venía acompañada de otras mujeres y hacía gala de su gran amistad con «la señorita».
Por un instante me olvidé de mi inolvidable monja, y estuve a punto de cometer una repugnante infidelidad declarándome a Joaquinita, cuando vino a impedirlo y a sacarnos de nuestro embelesamiento el amigo Villa. ¡Hola! ¿Ya forman ustedes rancho aparte? dijo en un tono brutal que no me agradó, plantándose delante de nosotros.
21 En aquella misma hora Jesús se alegró en espíritu, y dijo: Te confieso, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, que escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños; así, Padre, porque así te agradó.
Donna Olimpia fue la que más agradó y sorprendió por su porte majestuoso, y más aún por la nítida blancura de su tez y por el áureo fulgor de sus cabellos rubios, prendas muy raras en aquella tierra. Así es que la consideraron y ponderaron como si fuese criatura sobrehumana y hasta la propia Parabanú, emperatriz de las hadas.
Flora atravesó la estancia de los molares y abrió la puerta que se hallaba en el fondo. Jacinto tardó unos segundos en acudir porque tuvo que dar la vuelta al edificio. Flora le condujo sin despegar los labios á la cocina. Santas noches, tía Blasa. Dios le guarde, tío Lalo. Los viejos recibieron con agrado al joven porque les gustaba y tenían en estima á su familia.
Pocas cosas encuentro yo más divertidas que la conversación de usted, y además siempre aprendo algo y gano oyéndole hablar. Yo soy ignorante, casi cerril; pero sí el amor propio no me engaña, me parece que no soy tonta. Comprendo, pues, y aprecio el agrado y valor que tienen sus palabras. Entonces, ¿cómo es que no me quieres? Entendámonos. ¿De qué suerte de quereres se trata? De amor.
Ni la índole de la petición, ni las formas con que fuera hecha, eran asuntos que pudiesen complacer a Beatriz. Mi marido respondió aquélla con glacial desdén jamás me consulta acerca de los modelos de mi agrado... Nunca hablamos de cosas que se refieren a su profesión. ¡Ah!... ¿según parece... la señora de Fabrice nos niega su apoyo... en este particular?
Atenta a sostener siempre el papel que representaba y que desde algún tiempo exigía de ella mucho esmero, por apartarse cada día más de la expresión sincera de su carácter, mostrábase disgustada de cosas que en realidad le producían más agrado que pena, verbi gratia: «¡Ay, hijito!, yo creí que nuestro amigo Pez no acababa esta noche de contarme sus trapisondas domésticas.
Palabra del Dia
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