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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Procuraré hacer siempre lo que sea de tu agrado continué; y al notar su sonrisa y el leve rubor, no pude menos de decirme, que por lo pronto, representaba bien el panel de Rey y aun le estaba haciendo a éste un famoso servicio. Proseguí, pues, con toda sinceridad. Te aseguro, mi querida prima, que nada en mi vida me ha afectado tan profundamente como la recepción de que he sido objeto hoy.
Le hablaba con singular agrado y, aun delante del duque, le prodigaba atenciones que hubieran parecido mal a cualquier novio menos aturdido que éste. El comandante quería mostrarse insensible a este dulce reclamo, pero no podía. Veíasele rojo, tembloroso, cada vez que la condesita le llamaba para decirle algo.
Figúrate si tendrá curiosidad quien nunca ha visto... pero no creas... como tiene tanto entendimiento y una imaginación que, según parece, le ha anticipado ciertas ideas que no poseen comúnmente los ciegos, desde el primer instante supo distinguir las cosas feas de las bonitas. Un pedazo de lacre encarnado le agradó mucho y un pedazo de carbón le pareció horrible.
En vez de esta carta, que contenía sólo los lugares comunes usados en tales casos, escriben ellos otra muy eficaz y la llevan á su destino. La viuda, vieja y coqueta, los acoge con el mayor agrado, ofreciéndoles su propia casa mientras residan en Madrid, oferta que, como se puede suponer, aceptan ellos con los brazos abiertos.
Oyóle decir esto el estudiante poeta, hijo de don Diego, que con su madre había salido a recebirle, y madre y hijo quedaron suspensos de ver la estraña figura de don Quijote; el cual, apeándose de Rocinante, fue con mucha cortesía a pedirle las manos para besárselas, y don Diego dijo: -Recebid, señora, con vuestro sólito agrado al señor don Quijote de la Mancha, que es el que tenéis delante, andante caballero y el más valiente y el más discreto que tiene el mundo.
Todos los poetas dramáticos españoles han trazado intrigas amorosas no morales, que á veces degeneran hasta la licencia; se puede asegurar que, como nunca se propone explicar lecciones de moral, sino sólo representar las costumbres de su tiempo, sin aprobarlas ni censurarlas, se limita sólo á satisfacer el agrado que resulta de sus cuadros, cuidándose muy poco, en lo general, de la moralidad ó inmoralidad de los mismos.
Con doña Luz estuvo muy fino y amable, y doña Luz asimismo lo estuvo con él. Los chistes urbanos, las anecdotillas picantes, sin rayar en libres, las pinturas de las intrigas y lances de Madrid, referidos con ligereza y primor por don Jaime, divirtieron mucho a doña Luz y la hicieron reír; cosa que le agradó y pasmó, porque no era fácil para la risa.
No me sedujeron tales proposiciones, y le dije con cierta rudeza que más quería ser soldado que peluquero. Esto le agradó; y como le daba el peine por las cosas patrióticas y militares, redobló su afecto hacia mí.
Es importante señalar los rasgos comunes al teatro de Torres Naharro y al drama nacional, que le sucedió, y con este objeto haremos una rápida exposición de cada una de las comedias de Torres Naharro. Comienza la comedia Imenea con una de esas escenas de nocturna galantería, tan del agrado de los dramáticos españoles.
Un día, alabándomela una vieja que me crió, decía que era tal su agrado que hechizaba a cuantos la trataban. Y decía, no sin sentimiento: -En su tiempo, hijo, eran los virgos como soles, unos amanecidos y otros puestos, y los más en un día mismo amanecidos y puestos. Hubo fama que reedificaba doncellas, resuscitaba cabellos encubriendo canas, empreñaba piernas con pantorrillas postizas.
Palabra del Dia
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