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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Deseoso de hacer los últimos esfuerzos para asegurar una paz ventajosa, resolvió el rey levantar un ejército muy poderoso, á cuyo fin en 26 de abril escribió al cabildo que le auxiliase con lo que fuese de su agrado. En esta ocasion la iglesia de Córdoba sirvió á S. M. con 800 fanegas de trigo.

Claro que yo tenía que responder que no a las terminantes pretensiones del banquero; pero debía, siquiera, mostrarme deferente con sus buenas intenciones; darle la píldora, eso , pero no sin dorársela un poco, y para ello se necesitaba tiempo y serenidad, y hasta buen humor, y todo esto me faltaba a : el tiempo, porque me urgía para asuntos más de mi agrado; y la serenidad y el buen humor, porque no era posible poseerlos en una situación como la mía después de haber recibido a quemarropa un disparo como aquel.

Y dígase lo que se quiera, Eudoxia no tiene nada que reprocharse; yo admito que es perfectamente bella; dudo de que se pueda tener más talento; quiero creer, con todo el mundo, que es difícil practicar la virtud de una manera más exacta y más severa; pero tiene una clase de virtud, una clase de talento y una clase de belleza, que nunca serán de mi agrado. 29 de abril.

Sucesos de esta corte desde 15 de agosto hasta fin de octubre 1623: «El señor conde de Olivares, con gran ostentación, dió el hábito de Calatrava á D. Antonio de Mendoza, de la Cámara de S. M. y su valido, justamente por su calidad, su ingenio, agrado y buenas partes, pues pocas veces se hallan hombres de ánimo igual

Eudoxia misma, cuyas ideas son bien opuestas, no me ha parecido que hiciera tampoco suficiente caso de mis razonamientos para respetarlos seriamente; se ha contentado con algunos lugares comunes, a los que las gracias de su elocución y la firmeza de su ironía han prestado más agrado que solidez.

A Martín no le pareció bien, porque el pobre oso estaba sin defensa alguna. Los perros se echaban con tal furia sobre el oso que para obligarles a soltar la presa el domador o el viejo tenían que morderles la cola. A Martín no le agradó el espectáculo y dijo en voz alta, y algunos fueron de su opinión, que el oso atado no podía defenderse. Después todavía martirizaron más a la pobre bestia.

Si ésta se comía la mitad de las letras del abecedario, su madre se comía lo menos las dos terceras partes. Su amabilidad era tan melosa que no despertaba agrado. Al cabo de un momento se veía que decía las cosas maquinalmente, y que debajo de aquel aparente interés no había más que indiferencia.

Murmuraban de ella, susurraban acerca de la señorita tonterías y burlas, y, como es natural, a la simpática y elegante pollita nada de esto le agradó. ¿Gabriela Fernández? ¡Más orgullosa! ¡Más frívola! ¡Qué pagada de ! ¡Qué entonada! ¿Qué se estará creyendo?

Pero mi carta no tendría fin si hubiese de enumerarte, no digo describirte, todo lo que el artista y el poeta encuentran en esa inmensa necrópole de nuestra historia que se llama Valladolid. No diré, pues, más que lo principal. Vi el Convento de San Pablo con su fachada gótica de filigrana, y el contiguo de San Gregorio, más famoso que de mi agrado.

Después se sentaba con la jícara entre las piernas y lentamente saboreaba la bebida, interrumpiéndose á ratos para reprender á las muchachas cuando no hacían las cosas como Dios manda, porque no las toleraba frangolladas, gustándole mucho primor en todo. Yo nunca fuí persona de su agrado.

Palabra del Dia

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