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Las galas, las joyas y los cuadros, cuando eran excelentes, llevaban siempre su nombre, como para indicar su excelencia en el supremo grado . Los eruditos y los aficionados á la poesía acudían á Madrid de todos los ángulos de la Península para contemplar al hombre maravilloso, y hasta hubo italianos, que vinieron á España sólo para conocer al gran poeta . Cuando salía á la calle se reunían los curiosos para admirarlo, y hasta el Rey, cuando encontraba á este hombre extraordinario, le manifestaba su veneración y su agrado.

Me imagino que no recibiría con agrado la visita de cualquiera de esos caballeros escudriñadores de la Scotland Yard contestó el anciano, después de cierta vacilación. Recuerden ustedes que yo no hago ninguna acusación, absolutamente ninguna.

Esta profecía me agradó; una tormenta era un feliz incidente en mi vida monótona, y a pesar de mi miedo, me gustaban el trueno y los relámpagos, aunque solía temblar de pies a cabeza cuando los estallidos se sucedían con mucha rapidez. Durante la primera parte de la tarde, erré como alma en pena, por el jardín y el bosquecillo.

A 3 de Noviembre de 1619 recibiólos el Pontífice en Consistorio público del Sacro Colegio de los Cardenales, con suma benignidad y agrado y de la misma manera los despidió, con respuestas y presentes de reliquias, pinturas y otras cosas sagradas

2 y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar; 3 y todos comieron la misma vianda espiritual; 4 y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la Piedra espiritual que los seguía, y la Piedra era el Cristo. 5 Mas de muchos de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto.

Aquella mujercita sería, hasta parecer esquiva con la generalidad de los compradores, reservaba las sonrisas y el agrado para los escritores y cómicos, a quienes en el fondo de su imaginación no veía según la realidad, sino que pensaba en ellos como en seres superiores, de cuyos cerebros surgían y en cuyos labios tomaban vida todos los lances, intrigas, amores y aventuras que le encantaban el ánimo.

Pero el agrado con que el público recibió La Corte de Carlos IV sirviome como de luz o inspiración, sugiriéndome, con el plan completo de los EPISODIOS NACIONALES, el enlace de las diez obritas de que se compone y la distribución graduada, de los asuntos, de modo que resultase toda la unidad posible en la extremada variedad que esta clase de narraciones exige.

La señora de Aymaret trató de rehacer un poco su moral, ofreciéndole quedar hecha cargo de sus intereses, puesto que hacía tiempo que pensaba casar a Pedro, quien de su lado había encargado a ella, en quien tenía ilimitada confianza, que le designara persona de su agrado; así, pues, Elisa lo inclinaría hacia Ketty, cuidando, por supuesto, de dejar a salvo la dignidad y delicadeza de ésta.

Eso es lo que ella quería saber para acabar de orientarse en aquel laberinto de coincidencias tan de su agrado. Y al fin lo supo también. Ángel la había visto con admiración desde lejos, entre otros que también la admiraban. Por lo que les oyó decir, averiguó que se llamaba Luz, nada más que Luz. ¿Y no era eso bastante?

Al ver esto, se echó á sus piés un gentil y le pidió con eficacísimas instancias le hiciese cristiano, dando palabra al Padre de que viviría entre cristianos, lo cual agradó tanto al santo varón, cuanto más claramente conoció que sola la gracia del Espíritu Santo le había movido á pedir el bautismo.