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Actualizado: 30 de abril de 2025


Pues de Dios, de... de qué yo... no me preguntes, porque para explicártelo, tendría que ser sabia como , y yo no jota, ni aprendo nada, aunque doña Lupe y las monjas, frota que frota, me hayan sacado algún lustre... enseñándome a no decir tanto disparate. Santa Cruz estuvo un gran rato pensativo.

No pienses todavía en esas cosas de remontarte mucho, que eres más pelado que un huevo le dijo ella . Vete poquito a poquito; hoy me aprendo esto, mañana lo otro.

Muchos me tienen por un tarambana, ya , pero precisamente si tengo veintiocho años y no he concluido todavía la Facultad, es porque me atrae y me interesa, más que los libros, más que los Códigos, la vida misma. ¡Lo que yo veo, lo que yo aprendo en la observación del mundo!

El tío Goro suspendió la lectura y miró á su mujer con ojos severos, donde se traslucía la emoción con trabajo reprimida. Nolo se había puesto pálido y miraba al suelo fijamente. Bueno... basta, mujer... Al cabo siguió la lectura. «...porque siempre deseaban verme gorda. Pues sabrá, madre, cómo las señoras me han traído á un colegio, porque dicen que en casa aprendo poco.

Yo bien lo entiendo que aprendo poco, aunque no es por falta de voluntad, pero no me entran en la cabeza tantas cosas como me enseñan. Sin duda la tengo muy dura.

¿Es posible -le dije yo- que hay matemática en eso? -No solamente matemática -dijo-, mas teología, filosofía, música y medicina. -Esa postrera no lo dudo, pues se trata de matar en esa arte. -No os burléis -me dijo-, que agora aprendo yo la limpiadera contra la espada, haciendo los tajos mayores que comprehenden en las aspirales de la espada.

En una ocasión cayó por mi misma casa de huéspedes un teutón, aprovechado como todos ellos, que buscaba aprender en vivo y por obra de práctica asidua el castellano. «Tate, pensé; aprenderás mi habla, pero yo aprendo la tuya», como así fué. El griego me lo enseñó un opositor a cátedras, y muy rápidamente, con gran sorpresa mía.

Pocas cosas encuentro yo más divertidas que la conversación de usted, y además siempre aprendo algo y gano oyéndole hablar. Yo soy ignorante, casi cerril; pero el amor propio no me engaña, me parece que no soy tonta. Comprendo, pues, y aprecio el agrado y valor que tienen sus palabras. Entonces, ¿cómo es que no me quieres? Entendámonos. ¿De qué suerte de quereres se trata? De amor.

Palabra del Dia

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