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Actualizado: 2 de julio de 2025
Comprendían a todos los afligidos en una misma compasión. Su viva caridad se informaba menos de la culpa que de la desgracia, y por eso encantaban con sus consuelos la agonía de los moribundos y la tristeza de los prisioneros; y si el inocente les era querido, no odiaban al culpable. ¿Acaso el crimen no necesita también la piedad?
Y usted no sabe, pero sabrá un día, qué sufrimiento, qué angustia, qué sudor de agonía se siente cuando se pretende suprimir un solo día la droga!
Señalaremos entre ellas la que se titula En la Tumba de un Poeta, El Valz, La Despedida, La Agonía del Poeta, La Desesperacion, las Noches de Diciembre y los Dos Pensamientos, en que no obstante sus variados tonos, predomina un tinte melancólico que les da un aire de familia.
Elena, que siempre aguarda ver de nuevo á su amante, es atacada en el camino por ladrones, que hacen huir á los que la acompañan y la arrastran consigo. Después de mucho caminar, llega al paraje donde ha sido herido su amante; oye gemidos de agonía; mira; conoce á Don Pedro, que se revuelve en su propia sangre, y se arroja sollozando en sus brazos.
Se levantó haciendo un esfuerzo y quiso proseguir su marcha buscando la salida. Mas apenas había dado algunos pasos sus piernas se doblaron y no pudo seguir. Cayó desfallecida. Un sudor frío, el sudor de la agonía volvió á correr por su frente. Pero en aquel instante creyó oir una voz que llegaba á ella de la tierra por el respiradero.
Un fraile os bautiza, confirma, visita en la escuela con amoroso afan; un fraile escucha vuestros primeros secretos, es el primero en haceros comer á un Dios, en iniciaros en la senda de la vida; frailes son vuestros primeros y últimos maestros, fraile es el que abre el corazon de vuestras novias, disponiéndolas á vuestros suspiros, un fraile os casa, os hace viajar por diferentes islas proporcionándoos cambios de clima y distracciones; él os asiste en vuestra agonía y aunque subais al cadalso, allí está el fraile para acompañaros con sus rezos y lágrimas y podeis estar tranquilos que no os ha de abandonar, hasta veros bien muertos y ahorcados.
¿Nunca le demostró usted con acciones y palabras la grandísima afición que le tenía? ¡Oh! no.... A veces hacía yo proyectos disparatados y me imaginaba no sé qué medios para hacérselo comprender; pero luego me daba mucha vergüenza. ¡Qué horroroso tormento! ¡Qué agonía! Casi siempre, sí; pero a veces era feliz. ¿Cómo, criatura?
¿Concibes tú cuán amarga y cuán espantosa es la muerte de un infortunado que lo abandona todo; desengañado de la existencia, asustado de la nada, rechazando, para morir más tranquilo, algún dulce recuerdo cuyo contraste haría aún más horrorosa su agonía, y exhalando el último suspiro entre unos brazos fríos y sobre un pecho que no se agita? Yo quisiera morir, yo quisiera haber muerto hoy.
Los diarios, el cable, las agencias telegráficas, me anunciaban con una anticipación ruidosa. «¡Va á llegar el invencible Spadoni!» Y las empresas de juego, considerando su muerte próxima, hacían dinero con su agonía, vendiendo asientos á precios fabulosos á todos los que deseaban presenciar mi triunfo.
Las campanas de la Catedral doblaban pesadamente con ecos plañideros y entrecortados de silencios, como suspiros de agonía. Pero sólo las campanas lloraban en aquella mañana llena de sol y vida. Escuchábalas yo sin emoción alguna y me daban ganas de decirles: «Sí, sí; ha muerto... Todo muere, y ha hecho como los demás, lo más tarde que ha podido, la venerable dama.
Palabra del Dia
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