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Actualizado: 14 de junio de 2025


¡Hola, hola! ¿esas tenemos? dijo Bozmediano amostazado ¿Y cómo hasta ahora no me habías dado esa noticia? Porque hasta hoy no había sabido que ese chico llegó y está en Madrid. ¿En Madrid? ; pero se las compuso de tal modo, que llegar aquí y ser metido en la cárcel, fué todo uno. ¿Pues qué hizo? Es muy aficionado á la política. Allá en Zaragoza hablaba mucho en los clubs.

Si el feroz minero no tuviese el rostro como siempre embadurnado se le hubiera visto palidecer. Se repuso pronto, sin embargo, y exclamó: Vaya, vaya, parece que tienes gana de reir. Ya sabrás que no soy aficionado á chanzas. Déjame en paz antes que otra cosa sea. Nolo le dirigió una larga mirada de curiosidad. Era gracioso el tono amenazador que aquel renacuajo usaba frente á él.

En este sujestivo libro que ningún actor ni ningún aficionado al teatro debe desconocer, se explica la técnica, el modo de declamar, de accionar, de prepararse para la escena, de estudiar; el ser íntimo, en fin, de los más renombrados actores que actualmente pisan la escena de España y América.

Bien conocerá el lector, aun sin haber leído El Siglo, como probablemente no le habrá leído por aficionado que sea a leer, que no es mi intención defender ni acriminar los artículos en blanco, ni mucho menos a los gobiernos, que temo, a Dios gracias.

El estampador era un joven muy aficionado a la charla, hablaba sin ton ni son, escapándose de él el discurso y la palabra como se escapa el aire de un fuelle agujereado. Era un intellectus lleno de roturas. Mariano tenía en su laconismo una brutalidad sentenciosa. «¿Que habláis ahí, muchachos? dijo de pronto Juan Bou, que estaba aquel día de bonísimo talante, por haber cobrado una antigua cuenta.

Guarde Dios á V. md. muy largos años. Real de Valencia y junio 18 de 1680. Su más aficionado servidor de V. md. Respuesta de D. Pedro Calderón. «Excmo. Sr.: Bien ha sido menester, Excmo.

Por eso no quede dijo la otra en ademán trágico de aficionado casero: nosotras somos ricas; y por el bien y por la honra de Villavieja, daremos hasta las enaguas. Maravillas la estrechó la mano en silencio, y se largó prometiendo que El Fénix Villavejano no se haría esperar mucho.

Y en cuatro meses que estuve en aquella ciudad, nunca fuí cogido entre puertas, ni sobresaltado ni corrido de corchetes, ni soplado de ningún cañuto; bien es verdad que habrá ocho días que una espía doble dió noticia de mi habilidad al Corregidor, el cual, aficionado a mis buenas partes, quisiera verme; mas yo, que, por ser humilde, no quiero tratar con personas tan graves, procuré de no verme con él, y así, salí de la ciudad con tanta priesa, que no tuve lugar de acomodarme de cabalgaduras ni blancas, ni de algún coche de retorno, o, por lo menos, de un carro.

Era aficionado a los caballos. ¡Ah! la equitación, un gran ejercicio. El Duque comprendía muy bien aquella afición. ¿Los caballos que tenía, eran del país o extranjeros?... Hacía todas aquellas preguntas de un modo distraído, con sonrisa de maniquí, apresuradamente, como si estuviese recitando una lección.

El uno de ellos, nacido en Algodonales, era de los contertulios más asiduos del barbero Calleja; y no es aventurado afirmar que intervino en la cuasi-trágica escena que en el primer capítulo referimos. Se llamaba Francisco Aldama, y por ser andaluz y bastante aficionado al trato de los lidiadoras de toros, se le llamaba Curro Aldama, ó el Curro.

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