Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 1 de junio de 2025
Y sean de su voz fieles testigos Dichos que represente, y de sus plantas Bayles, que no echará por esos trigos: Antes promete admiraciones tantas, Y con primor tan raro y exquisito, Que venza á quantas hay representantas, Porque su pie se arroja tan perito, Que turba la atención del que curioso La está mirando entonces de hito en hito.
Como estaba tan enlazado lo uno con lo otro, tirando del modo de comer salió el modo de vivir y el modo de viajar. Nuevas admiraciones y nuevos asombros. También extremé bastante la tesis aquí, y hasta sospecho que mentí un poco, aunque dentro de lo verosímil y perdonable.
En uno de los libros, al abrirle al acaso, tropezaron mis ojos con un nombre de mujer: ¡MATILDE! Así, entre dos admiraciones, como un grito de alegría, como la expresión de la más dulce esperanza, como la confesión de un afecto sofocado en el pecho, que un día se nos escapa irresistible y delata ante la malicia estudiantil, ante la cruel y dura indiscreción de los condiscípulos, que una mujer de ese nombre tiene en nuestro corazón un altar, donde recibe culto y homenajes; donde sólo ella reina, señora de todo afecto puro, dueño de todos los pensamientos, soberana de nuestro albedrío.
Atormentábame también el temor de parecer estúpida, pues bien sabía yo que muchas cosas que parecerían naturales para todo el mundo, serían para mi un manantial de sorpresas y admiraciones. Así es que resolví, para no poner en riesgo de burla mi amor propio, disimular cuidadosamente mis asombros.
¡Mira!... ¡Mira!... Lilí abrió mucho los ojos admirada, apretó los labios y echó atrás las manitas; su crítica fue la crítica de las grandes admiraciones, la crítica monosílaba. ¡Uy! dijo. ¡Cinco!... ¡Son cinco y dos excelencias!... ¿Me darás uno, Paquito? ¡Tonta!... Eso no se da... Se pone en un marco... Pepito Vargas dice que su mamá se los pone en un marco...
Y habiéndose mudado de la posada de Rufina otro día a otra de la Morería , más recatada, pasaron los que faltaron para la Academia en estudiar y escribir los sujetos que les habían dado y en hacer don Cleofás una oración para preludio della, como es costumbre y obligación de las presidencias de tales actos; y, llegado el día, se aderezaron lo mejor que pudieron, y al anochecer partieron a la palestra, donde les esperaban todos los ingenios con admiraciones de los suyos, y con los mismos antojos de la preñez pasada se fueron sentando en los lugares que les tocaban; y haciendo señal con la campanilla para obligar al silencio, don Cleofás, llamado el Engañado en la Academia, hizo una oración excelentísima en verso de silva, cuyos números ataron los oídos al aplauso y desataron los asombros a sus alabanzas.
El verbo Ser hizo una especie de cadalso ó tribuna con dos admiraciones y algunas comas que por allí rodaban, y subió á él con intención de despotricarse; pero le quitó la palabra un Sustantivo muy travieso y hablador llamado Hombre, el cual, subiendo á los hombros de sus edecanes, los simpáticos Adjetivos Racional y Libre, saludó á la multitud, quitándose la H, que á guisa de sombrero le cubría, empezó á hablar en estos ó parecidos términos: «Señores: la osadía de los escritores españoles ha irritado nuestros ánimos, y es preciso darles les justo y pronto castigo.
Sus admiraciones y deseos yacían abandonados al otro lado de la puerta. Freya adivinó que había dejado de ser una mujer y no era mas que una acusada. Otra de su sexo, una rival irresistible, lo llenaba todo, encadenando á estos hombres con un amor profundo y austero. Su instinto la hizo fijarse en la matrona blanca, de rostro grave, que avanzaba su busto vigoroso sobre la cabeza del presidente.
YO tengo un aborrecimiento absoluto a los borrachos: me parecen larvas, ex hombres, gárgolas, algo grotesco, monstruoso y terrible a la vez. Sin embargo, mis grandes admiraciones literarias van hacia los poetas borrachos. Es mi espíritu, lo más hondo, tumultuoso y atormentado de mi espíritu, lo que comprende la absurdidad de los borrachos, aunque mi yo superficial, el hombre social, los deteste.
Declaro que mi carácter, que no brilla por la cuerda heroica, está de acuerdo con esta moral fácil y dulce. Pero con todo, le daba por los héroes; los admiraba, los elogiaba y los amaba tanto más cuanto que indudablemente sentía que dado el caso, era incapaz de imitarlos. En cuanto a mi, yo no dividía ni sus gustos, ni sus admiraciones.
Palabra del Dia
Otros Mirando