United States or Tanzania ? Vote for the TOP Country of the Week !


No hay viajero ni escritor de costumbres eminente que no haya ostentado en ese asunto su habilidad descriptiva: por lo mismo si yo tratase de imitarlos, ó mi descripcion sería pálida y mediocre, ó para interesar mucho tendría que ser plagiario. Asi, me limitaré á las observaciones que se refieren á los rasgos mas salientes y vigorosos de aquel drama original.

Y les venero; mi pequeñez no me permite imitarlos; pero por tener ocasión de parecerme á ellos, diera toda mi vida, lo confieso. ¡Oh! si la libertad no fuera la cosa más buena, sería la cosa más bella con la memoria de tantos héroes. ¿Y esos son tus héroes? ¿Eso es lo que admiras? dijo Elías.

Si el entendimiento es tal que pueda conducirse á mismo, si al examinar las obras de los grandes escritores, se siente con fuerza para imitarlos, y se encuentra entre ellos, no como pigmeo entre gigantes, sino como entre sus iguales, entónces el método de invencion le conviene de una manera particular, entónces no debe limitarse á saber los libros, es preciso que conozca las cosas; no ha de contentarse con seguir el camino trillado, sino que ha de buscar veredas que le lleven mejor, mas recto, y si es posible á puntos mas elevados.

Atentísimamente estuvo don Quijote escuchando las razones del canónigo; y, cuando vio que ya había puesto fin a ellas, después de haberle estado un buen espacio mirando, le dijo: -Paréceme, señor hidalgo, que la plática de vuestra merced se ha encaminado a querer darme a entender que no ha habido caballeros andantes en el mundo, y que todos los libros de caballerías son falsos, mentirosos, dañadores e inútiles para la república; y que yo he hecho mal en leerlos, y peor en creerlos, y más mal en imitarlos, habiéndome puesto a seguir la durísima profesión de la caballería andante, que ellos enseñan, negándome que no ha habido en el mundo Amadises, ni de Gaula ni de Grecia, ni todos los otros caballeros de que las escrituras están llenas.

La voz del artillero, tímida y entrecortada al principio, fuese poco a poco vigorizando, cual si aquellos hechos gloriosos encontraran en su corazón eco suficiente para imitarlos, y cuando llegó a describir un episodio de Trafalgar, que llamó último timbre de su familia, su acento vibraba con esas misteriosas inflexiones del sentimiento que parecen elevar al orador a una esfera más alta, prestándole no sólo facultad para persuadir y fuerzas para conmover, sino hasta derecho para mandar...

En esto, llegó a un camino que en cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación las encrucejadas donde los caballeros andantes se ponían a pensar cuál camino de aquéllos tomarían, y, por imitarlos, estuvo un rato quedo; y, al cabo de haberlo muy bien pensado, soltó la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya, el cual siguió su primer intento, que fue el irse camino de su caballeriza.

No merece igual alabanza la muchedumbre de aquéllos, que, arrastrados por el aplauso que se dispensaba en Francia á la llamada escuela romántica, se ocuparon en aclimatar en Madrid los dramas semi-salvajes de la Porte de Saint Martín, ó en imitarlos en sus propios escritos, ó aquéllos, que, abusando de la libertad adquirida, no conocían regla ni freno alguno: estos últimos escribieron en España muchos dramas detestables, llenos de crímenes nunca vistos, de infamias y de asesinatos, en que se ofrecían con placer al público los horrores más repugnantes, y que mostraban, en vez de hombres, verdaderos abortos de perversidad y de locura.

No, ché, yo voy a quedarme para escribir a casa. Y yo también; ya te dije. Estoy por imitarlos, Baldomero, porque no escribo hace días. ¿Qué le parece que fuéramos mañana a ver la hacienda? Mejor que escriba mañana, don Melchor; de todos modos Hipólito saldrá tarde... y siempre tendrá tiempo... también puede escribir luego, a la noche, ¿no le parece? ¡Estoy tan cansado!...

Declaro que mi carácter, que no brilla por la cuerda heroica, está de acuerdo con esta moral fácil y dulce. Pero con todo, le daba por los héroes; los admiraba, los elogiaba y los amaba tanto más cuanto que indudablemente sentía que dado el caso, era incapaz de imitarlos. En cuanto a mi, yo no dividía ni sus gustos, ni sus admiraciones.

Muchos chilenos, huyendo de la justicia de su país, hacían este viaje, y bien podía él imitarlos por idéntico motivo, siguiendo la misma travesía, pero en sentido inverso. Rosalindo intentó ir á la mísera posada donde había dejado su caballo, pero cuando estaba cerca de ella tuvo que retroceder, avisado por el fiel camarada.