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Actualizado: 1 de julio de 2025
Nada, no tenía nada; jaqueca, cansancio de no trabajar, aburrimiento. Gemía de impotencia, acompañado por la dulce Feli, que también derramaba lágrimas, sin pedir nuevas explicaciones, adivinando, en su instinto de mujer, que estas crisis tenían relación con el montoncillo de dinero, cada vez más exiguo, que guardaba en la cómoda.
Era él, en efecto, y no tardó en adelantarse al trote, ordenando al cortejo que se detuviera en el camino. Me saludó con profundo respeto, pero la triste expresión de su semblante desapareció en una sonrisa al ver que Sarto llevaba la mano al pecho. También me sonreí yo, adivinando tan bien como Ruperto lo que el veterano ocultaba en el bolsillo del pecho.
El alma celosa del príncipe fué adivinando, con aguda percepción, todo lo que pensaba el otro, y esto avivó el incendio de su cólera. ¡Con qué arrogancia asumía este empleadillo la defensa de Alicia! ¡Cómo se delataba su enamoramiento!... Lubimoff le escuchó con impaciencia. Ahora era Martínez el que se permitía atacarle. Sus últimas palabras significaban una amenaza para él.
Pero la bestia manteníase en pie, volviendo su cabeza a un lado y a otro. El Nacional, excitándola con el trapo, la hacía correr, y aprovechaba ciertas ocasiones para golpearla el cuello con el capote rudamente, con toda la fuerza de su brazo. El público, adivinando sus intenciones, comenzó a protestar. Hacía correr al animal para que con el movimiento se clavase más el estoque.
Lo otro, lo de Sevilla, fue un ensueño, un capricho loco, del que apenas me acuerdo, y que usted debe olvidar. El torero se levantó, aproximándose a la dama con las manos tendidas. En su rudeza no sabía qué decir, adivinando que sus palabras torpes eran ineficaces para convencer a aquella hembra.
Todos los atlots quedaron en silencio, para que en el ambiente tranquilo resonasen las más leves palabras del forastero; pero Pep, adivinando esta intención, comenzó a hablar fuerte con su mujer y su hijo sobre trabajos que debían de realizar al día siguiente. ¡Margalida! ¡«Flor de almendro»!...
Y adivinando algo horrible y grotesco á la par, como los diablos panzudos pintados en ciertas estampas, sonreía en medio de su repugnancia, pensando en la figura algo ridícula de su esposo, con su barba de patriarca, enamorando á una de aquellas perdidas que se burlaban de los hombres, devorándolos.
Y al sentirse empujada al descanso y a la dulzura, Carmen subía su sacrificada voluntad a la excelsitud del propósito encendido en su alma, y sus labios, plegados en muda queja, musitaban: Quiero ser santa..., quiero serlo. La miraba Salvador aquella tarde sin reproches ni desvíos, adivinando toda la tormenta ruda y callada de aquel inocente espíritu.
Aquel día leyó el joven en el corazón de doña Lupe y apreció sus disposiciones pacificadoras, a pesar de las frases estudiadas con que las quería disimular. Hizo además un razonamiento que demuestra la agudeza genial que adquiría en ciertos momentos de verdadero estro, adivinando por arte de inspiración los arcanos del alma de sus semejantes.
Por eso desprecia la más eminente posición universitaria de nuestro país, prefiriendo vivir con un hombre amado, en cariñosa servidumbre, adivinando sus deseos para cumplirlos y dejándose despojar de los derechos de superioridad que le confirió, por ser mujer, nuestra victoria revolucionaria.
Palabra del Dia
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