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Actualizado: 22 de junio de 2025


»Todos salieron del aposento, y Teobaldo se aproximó al lecho donde había sido acostado el moribundo. »¿Cuál es su propósito, señor Conde? le preguntó con voz grave y solemne.

7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y acostado en la cama, y levantándote; 9 y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus portadas. 10 Y será, cuando el SE

Pero el agua de la ría se había marchado, la barca tropezó en el fondo con las piedras en mitad del pasaje y por más esfuerzos que habían hecho no habían conseguido moverla. Y se habían acostado y se habían dormido.

Algunas raras veces solía mostrarse amable y retozón, pero muy pronto caía en un acceso sombrío de bilis: gustaba de la soledad y pasaba largas horas acostado en las inmediaciones del cementerio, como si ya sintiese la nostalgia de la tumba. Sobre todo, le descomponía, le ponía fuera de el sonido de la flauta de Regalado.

Tenía tales deseos de poseer mi Emperador ciego, que a no ser por el temor de encontrar acostado al señor de Trevise, hubiera ido aquella misma noche a la Embajada.

¿Cuándo matarán á esa espía?... Si fuese una pobre mujer con hijos, de las que necesitan ganar su pan, ya la habrían fusilado... Pero es una cocota elegante y con joyas; tal vez se ha acostado con los ministros. Cualquier día vamos á verla en la calle... ¡Y mi hijo que murió en Verdún!...

Es que no , no me atrevo dijo la sirvienta con desconfianza . El señor está acostado todavía. ¿No podríais esperar una media horita? No, os ruego que vayáis en seguida y digáis al señor Federico que el aya del castillo de Orsdael ha venido a hablarle de cosas importantes. ¡El aya de la señorita de Bruinsteen! exclamó la sirvienta con sorpresa . ¡Oh, ya comprendo! , , voy a llamarlo.

No es tan niño nuestro héroe como nos pareció cuando por la mañana le vimos acostado en su lecho del siglo XVII. Aunque su rostro, cándido y delicado, es de adolescente, la figura no lo es, y declara en él un joven de veintidós ó veintitrés años, de mediana estatura y bien proporcionado.

Inclinóse el enano respetuosamente ante el señorito, y con su vocecilla chillona y algún tanto imperiosa, díjole que no podía ver a la señora, por haberse acostado media hora antes con una espantosa jaqueca. Un repentino vapor de lágrimas vino a empañar los hermosos ojos azules del niño; volvió bruscamente la espalda al enano sin decir palabra y echó a correr hacia las habitaciones de su padre.

Porque ayer se ha acostado usted tarde y quería que descansase respondió Demetria besándole la mano. ¡Has mazado también, hija mía! ¿Para qué te has tomado ese trabajo? Yo lo hubiera hecho mientras te arreglabas. La tía Felicia, que era una mujer gruesa, mofletuda, sonrosada y tersa como si tuviese veinte años, creyó advertir algo extraño en el rostro de su hija.

Palabra del Dia

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