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Actualizado: 22 de junio de 2025
Yo me encargo de traer las medicinas y cuanto haga falta. Les acompañaré también toda la noche, si fuere preciso...». Cuando la servicial señora volvió de la botica, ya Rosalía había acostado a su marido, después de vendarle con un gran pedazo de tafetán negro.
«Pepita: Esta mañana estaba yo acostado cuando he oído llamar a mi puerta. Eran las ocho. A estas horas no podía ser ningún madrileño: un madrileño no puede ir a visitar a las ocho de la mañana a nadie. ¡Sería una aberración! Luego este hombre debía de ser un hombre de provincias.
Mucho he dormido, ¿por qué no me has despertado antes? Como la señorita pasó mala noche.... ¿Mala noche?... ¿yo? Sí, hablaba alto, soñaba a gritos.... ¿Yo? Sí, alguna pesadilla. ¿Y tú... me has oído desde?... Sí, señora no me había acostado todavía; me quedé a esperar por el señor, porque Anselmo es tan bruto que se duerme.... Vino el amo a las dos.
Tenía la fiebre de la lectura. Leía acostado doce horas de un tirón, y encontró un modo extravagante de alumbrado: ponía en equilibrio sobre su cabeza una gran palmatoria de cobre, que iluminaba perfectamente las páginas; pero, a veces, se dormía y la palmatoria rodaba por la cama, con grave peligro de incendio.
La niña de Bringas se atracó de un plato de leche, que le gustaba mucho; pero bien caro lo pagó la pobre, pues no hacía un cuarto de hora que se había acostado, cuando fue acometida de fiebre y delirio, y empezó a ver y sentir entre horribles disparates todos los incidentes, personas y cosas de aquel día tan bullicioso en que se había divertido tanto.
Esta tercera influencia la representaba Amaury; por eso había estampado en su diario que en manos de él estaba la vida de Magdalena. Así, obrando en consecuencia, al día siguiente a aquél en que había escrito esta triste confesión envió a Amaury un recado diciéndole que le aguardaba, pues necesitaba hablarle. El joven, que aún no se había acostado, acudió inmediatamente al despacho del doctor.
Corrientes parciales, pequeños remolinos, se forman á mi lado como alrededor de un islote; muellemente acostado, contemplo el espectáculo interesante que bajo la pequeña capa de agua me ofrece la transformación del banco de arena, disminuyendo de un lado por la corriente y aumentando del otro por el continuo arrastre de aluviones.
Vamos a ver... ¿por qué no había de ser así? Se habrá convencido de que amar a un marido como el que tiene es contrario a la naturaleza; y su Dios, aquel buen Señor que está acostado en la urna de cristal, con su sábana de holanda finísima, aquel mismo Dios, amigo de Estupiñá, le ha de aconsejar que me quiera. ¡Oh!, sí, el año que viene vuelvo... en Abril ya estoy andando para acá.
Le he encontrado muy desmejorado. ¿No ha dicho nada más? Tonterías. Que la señora quería matarse, que ha escrito su testamento. Sí, es verdad; lo he hecho para obligar al conde a que viniese. ¿Se ha acostado? ¡Oh! sí, señora. La habitación del señor está cerca de las nuestras. El señor ha apagado la luz a las once.
No quiso dormir, manteniéndose en una fingida tranquilidad, con los ojos entornados y vigilando las idas y venidas de algunos pigmeos que aún no se habían acostado. Al fin el silencio del sueño se fué extendiendo sobre la playa, y Gillespie, convencido de que no intentarían aquella noche nada contra él, acabó por entregarse al descanso.
Palabra del Dia
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