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Actualizado: 22 de junio de 2025


Miró el collar de perlas eternamente acostado en la admirable almohadilla de su pecho, las gruesas esmeraldas de sus orejas, los brillantes que chisporroteaban fríamente en sus manos. Ella adivinó su pensamiento, y la idea de vender estas joyas le produjo una inquietud mayor que los terrores que le infundía el porvenir.

Pues bien: la noche que me tocaba de guardia en la recámara de la reina, cuando su majestad se había acostado; abría silenciosamente la puerta de aquel pasadizo y me iba... á la reja. Hacíais mal, muy mal. No se trata de si hacía mal ó bien, sino de que sepáis de qué modo he podido tener pruebas... de los amores ó al menos de la intimidad de don Rodrigo Calderón con la reina.

Al decir esto se sentó, y tomando pluma y papel trazó con agitación y disfrazando la letra la siguiente carta: Excmo. Sr. Conde de Trevia. Si mañana sales á cazar con tu señora, abre mucho los ojos y quizás podrás ver á quien te roba la honra. Después de cerrarla y escribir el sobre llamó á la criada. ¿Se ha acostado ya tu hermano? No, señorito. Pues hazme el favor de decirle que suba.

La señora sentía deseos de salir á las horas más extraordinarias: cuando acababa de llegar de un baile, muchas veces después de haberse acostado, ó en las primeras horas de la mañana, que eran para ella lo que son las horas de profundo sueño para los demás mortales. En otras temporadas, los chófers se relevaban durante semanas enteras sin franquear la verja del palacete.

Levantóse como pudo y llegó a casa de su amigo, que aún no sabía su desgracia; mas, como le vio llegar amarillo, consumido y seco, entendió que de algún grave mal venía fatigado. Pidió luego Anselmo que le acostasen, y que le diesen aderezo de escribir. Hízose así, y dejáronle acostado y solo, porque él así lo quiso, y aun que le cerrasen la puerta.

8 Entonces fue Tamar a casa de su hermano Amnón, el cual estaba acostado; y tomó harina, y amasó e hizo hojuelas delante de él, y las aderezó. Y dijo Amnón: Echad fuera de aquí a todos. Y todos se salieron de allí. Y tomando Tamar las hojuelas que había aderezado, las llevó a su hermano Amnón a la alcoba.

Después del tercer cuarto de hora me arrepentí de haberme acostado, y al cabo de una hora de inquietud, me levanté dispuesto a vestirme. Animome la creencia de que había visto lumbre en la sala común, y que tal vez estaba ardiendo todavía. Salí fuera de mi habitación y seguí a tientas el corredor que resonaba con los ronquidos de los allemani y con el silbido del viento implacable.

Recogí mi bagaje precipitadamente, y á grandes saltos, conseguí ganar la orilla del torrente. Cuando volví la vista, el furioso elemento cubría ya el punto donde estaba acostado momentos antes.

Sentíase bien; aquello no era nada: un fuerte deseo de seguir acostado; una renuncia de la vida; la voluptuosidad de estar inmóvil, de permanecer allí hasta que llegase la muerte, que no le infundía ahora miedo alguno.

A pocas leguas del castillo de Arbogad, se encontró á orillas de un ríachuelo, lamentando siempre su suerte, y mirándose como el epilogo de las desdichas humanas. Vió un pescador acostado á la orilla, que con desmayada mano retenia apénas sus redes que iba á dexar escapar, y alzaba los ojos al cielo. Por cierto que yo soy el mas desdichado de todos los hombres, decia el pescador.

Palabra del Dia

rigoleto

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