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Actualizado: 30 de abril de 2025
Una noche, mientras sostenía con Magdalena animada conversación a media voz, viósele ofrecerle ambas manos en actitud de cordial amistad. Ella miró en torno suyo como si quisiera tomarnos a todos por testigos de lo que iba a hacer, se puso de pie y sin pronunciar palabra, pero acompañando su ademán de la más cándida y graciosa de las sonrisas, posó a su vez ambas manos desnudas en las del Conde.
El vinillo, el vinillo... clamaba el Prior, acompañando sus palabras con un puñetazo sobre la mesa, que retumbó como un trueno y ahuyentó á los dos últimos frailes que habían permanecido á la puerta. Y avanzando como energúmeno hacia el quejoso, preguntaba con voz ronca y descompuesta: Vamos, ¡el vino! ¿Qué tiene el vino? Volvió la cara en esto el P. Cándido y se halló solo con el tremendo Prior.
La franqueza española le hizo tratar a Fernando confianzudamente a las pocas palabras, lo mismo que si fuese un antiguo camarada, acompañando cada avance de su intimidad con humildes excusas: «Usted perdone; pero aquí no es como en tierra.
Recuerdo muy bien que al día siguiente de los pescozones que me aplicó D. Francisca, movida del espectáculo de mi irreverencia y de su profundo odio a las guerras marítimas, salí acompañando a mi amo en su paseo de mediodía.
Fuera de la criada de más confianza, que ya venía á traer un recado, ya á dar algún auxilio indispensable, nadie más que el P. Jacinto entraba en la habitación donde se hallaban Clara y Lucía. Al anochecer subió de punto, llegó á su colmo la agitación febril de Doña Blanca. El P. Jacinto estaba acompañando á las dos amigas y asistiendo con ellas á la enferma.
Llegaron á la ciudad los nuestros acompañando su General, y con universal admiracion de todos les recibieron y acompañaron hasta el Palacio, donde el Emperador con demostraciones y palabras nunca antes usadas le honró, y Roger después de haberle dado entera relacion del estado de las Provincias que puso en libertad, le pidió dinero para hacer pagamento general.
Repentinamente, en una vuelta aparecen algunos hombres sentados en un tronco vaciado y seguidos de un gran haz de troncos, medio sumergidos en el agua: es la armadía de acacia que resbala silenciosa por la superficie del arroyo. La tripulación no tiene que hacer más que dejar á la deriva el montón que le sigue, acompañando con su cantinela la cadencia de los remos.
Tenía cierto aire de resolución y miraba siempre de frente, acompañando sus palabras con un movimiento de brazos autoritario, como hembra acostumbrada a mandar la primera en su casa. Usted es la de Astorga ¿verdad? dijo Maltrana, que pretendía recordar los nombres y el origen de todos los del buque . Espere... Usted es la señá Eufrasia.
Buenas tardes, señores... ¿Vienen de dar un paseíto, verdad? Está bien... la tarde convida. No, señor; no venimos de paseo dijo Andrés. Encontré a Rosa en la fuente, y la venía acompañando hasta su casa. Está bien, señor, está bien. Las jóvenes andan mal solas a estas horas por los caminos... Vengo de tu casa, Rosita: estuve un momentico charlando con Ángela y con Rafael...
Un francés, que vino á España en el año de 1659, acompañando al mariscal de Grammont, enviado extraordinario de Luis XIV en la corte de Felipe IV, dice lo siguiente en su diario de este viaje, que después publicó: «Por lo que hace al teatro, en casi todas las ciudades hay compañías de cómicos, superiores á los nuestros, cuando se comparan unos y otros, aunque no haya ninguno que reciba sueldo del Rey.
Palabra del Dia
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