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Pero la obscuridad y el espanto de aquel sitio acongojaron su corazón, aún no suficientemente varonil para arrostrar ciertos lugares. Se detuvo; viose entre dos especies de muerte, y vaciló... Le consolaba que los guardias no podían entrar a cogerle. ¿Y si le hacían fuego?... Entonces se achicó tanto, que volvió a ser niño y a tener miedo.

El tal coronel, llamado D. Jaime, había salido del cuerpo por un asunto de honor en que el suyo no había quedado bien parado; tuvo algunas palabras con otro oficial de ingenieros, nombráronse los padrinos, y cuando llegó la ocasión de formalizarse el desafío, nuestro D. Jaime se achicó y dio toda clase de satisfacciones; los artilleros se ofendieron mucho con esta conducta, dejaron de saludarle, y el coronel al cabo se vio obligado a pedir la absoluta.

Así como descendieron por la Ribera de Curtidores, se achicó el panorama, fue hundiéndose, hasta ocultarse detrás de los tejados de los almacenes que cerraban el fondo de la calle. A ambos lados, bajo toldos de lienzo blanco o de sacos obscuros, estaban los puestos de los chamarileros tradicionales, que viven todo el año en el Rastro.

Hubiera usted hablado antes... Bastante he hablado, picarilla... Pero no como hoy, nunca me dijo usted que era un desaire que yo le hacía y que ya sabían estas señoras el negarme a venir.... ¡Llovía tanto!... Ya sabe usted que a la humedad me mata, la calle mojada me horroriza.... Yo estoy enferma... , señor, a pesar de estos colores y de esta carne, como dice don Robustiano, estoy enferma; a veces se me figura que soy por dentro un montón de arena que se desmorona.... No cómo explicarlo... siento grietas en la vida... me divido dentro de ... me achico, me anulo.... Si usted me viera por dentro me tendría lástima.... Pero, a pesar de todo eso, si usted me hubiese hablado como hoy antes, hubiese venido aunque fuera a nado. , don Fermín, yo seré cualquier cosa, pero no desagradecida. Yo lo que debo a usted, y que nunca podré pagárselo. Una voz, una voz en el desierto solitario en que yo vivía, no puede usted figurarse lo que valía para ... y la voz de usted vino tan a tiempo.... Yo no he tenido madre, viví como usted sabe... no ser buena; tiene usted razón, no quiero la virtud sino es pura poesía, y la poesía de la virtud parece prosa al que no es virtuoso... ya lo ... Por eso quiero que usted me guíe.... Vendré a esta casa, imitaré a estas señoras, me ocuparé con la tarea que ellas me impongan.... Haré todo lo que usted manda; no ya por sumisión, por egoísmo, porque está visto que no disponer de ; prefiero que me mande usted.... Yo quiero volver a ser una niña, empezar mi educación, ser algo de una vez, seguir siempre un impulso, no ir y venir como ahora.... Y además necesito curarme; a veces temo volverme loca.... Ya se lo he dicho a usted; hay noches que, desvelada en la cama, procuro alejar las ideas tristes pensando en Dios, en su presencia. «Si

359 Lo miran al pobre gaucho como carne de cogote: lo tratan al estricote y si ansí las cosas andan, porque quieren los que mandan, aguantemos los azotes. 360 ¡Pucha! Si usté los oyera, como yo en una ocasión tuita la conversación que con otro tuvo el juez; le asiguro que esa vez se me achicó el corazón.

¡Inutilón! dijo Pablo, y se fue al tronco, hacha en mano, y le cortó de un golpe una gran raíz. Pero salieron dos raíces enormes en vez de una. Y el rey furioso mandó que le cortaran las orejas a aquel que no quiso aprender en la cabeza de su hermano. Pero a Meñique no se le achicó el corazón, y se le echó al roble encima.

De un perdido has hecho un hombre de bien. Porque no me achico; porque desde el primer día le administré el bautismo de los cinco mandamientos; porque le chillo en cuanto le veo cerdear un poco; porque le hago andar derecho como un huso, y me tiene más miedo que los ladrones a la Guardia civil. ¡Y cómo te quiere! Es natural.

Llamó a Moyna, su segundo, y le dijeron que había muerto; llamó al comandante de la primera batería, y éste, aunque gravemente herido, subió al alcázar y tomó posesión del mando. »Desde aquel momento la tripulación se achicó: de gigante se convirtió en enano; desapareció el valor, y comprendimos que era indispensable rendirse.

Bonis parecía otro. El mismo Sebastián, que era positivamente bravo y fuerte, y muy capaz de arrojar por el balcón al escribiente de su tío, se achicó un tanto por lo que él calificó de fuerza moral de aquellas palabras, y de aquel gesto y de aquel tono. Todos comprendieron que el pobre Bonis estaba dispuesto a morder y arañar para impedir que la salud de Emma peligrase.