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Actualizado: 12 de junio de 2025
¿Y cómo no me han escrito a mí? No lo sé; lo que hay de cierto es que tu padre no está bueno, que es un hombre, aunque no viejo, muy gastado por los achaques, y que debéis estar prevenidos para cualquier suceso desagradable.
No cabe ni puede caber duda respecto del sitio que ocupaba el lecho de S. M. y en que lanzó el último suspiro, puesto que lo indica matemáticamente la puerta de comunicación con la iglesia, que se rasgó frente por frente á la cama del César, á fin de que, acostado y todo, pudiese ver el altar mayor y oir Misa cuando sus achaques le impedían dejar el lecho.
Cuando conocí á este empleado, tendría á cuestas sus ochenta años, poco más ó menos: con las mejillas sonrosadas; cuerpo sólido y trabado; levita azul de brillantes botones; paso vigoroso y rápido, y aspecto sano y robusto, parecía, si no joven, por lo menos una nueva creación de la Madre Naturaleza en forma de hombre, con quien ni la edad ni los achaques propios de ella, nada tenían qué hacer.
Parece que el buen sentido se redobló en mí, preparándose para la gran batalla que se iba a dar en el campo de mi espíritu, y que las pasiones se aterrorizaron, anunciando su vencimiento. ¡Ah! hija de mi corazón, el viejo fue iluminado por Dios y pudo pesar sus escasos méritos, sus achaques, sus... condiciones, poniendo todo esto al lado de tu lozana juventud, merecedora de mejor destino.
mirase el agua, sin la preposición a, aunque solía usarse ante complemento directo de cosa en la época clásica. A. Castro, Teatro antiguo español, II, 214. Véase la nota anterior. achaques: "la escusa que damos para no hazer lo que se nos pide o demanda, de donde nació el proverbio, Achaques al viernes por no ayunarle." Covarrubias, Tesoro. a la he, a la fe.
El renacimiento de su carne lo guardaba como un secreto; era una hipócrita de la salud; seguía fingiendo achaques corporales como si fuese virtud el tenerlos. Eufemia, su doncella, era confidente parcial de sus engaños: como una trampa que hiciera a todos los suyos, Emma saboreaba a solas con su criada los pormenores de aquel fingimiento.
Y si en mis treinta, y en mis cuarenta y aun en mis cincuenta, he toreado de lo fino, lo que es ahora... ¡Pues estoy yo bueno para fiestas con mis sesenta y nueve años y estos achaques...! Hágame usted más favor, y cuando le digo una cosa, créamela, porque para eso son los buenos amigos, para creerle a uno...
Los achaques me tienen triste y desmazalado. Tú consideras todo esto, ¿no es verdad? ¡Viejo, enfermo, solo y pobre! ¿No te parece cosa triste, cosa que parte el alma, esta situación mía después de haber trabajado tanto? Todos ustedes se van logrando. Tengo discípulos en toda clase de oficios y profesiones.
No vinieron.... Ya sabes: como doña Carmelita está un poco mala.... ¿De qué? pregunté inquieto. Lo de siempre.... Los achaques.... Anda, que te están esperando. Dame la maletita. ¿No dejas nada? No; mañana temprano vendrás por el baúl. En marcha. A la salida me despedí, muy de prisa, de mis compañeros de viaje. Andrés no dejaba de verme ni de acariciarme. A cada paso me decía.
Paz, después de saludarle, no se atrevió a desplegar los labios: carecía de experiencia en tales achaques; pero su instinto femenino le decía que no era ella quien debía hablar primero, y apoyándose en el marco del balcón dejó pasar unos instantes.
Palabra del Dia
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