United States or Venezuela ? Vote for the TOP Country of the Week !


Comían en las aceras de las calles estrechas y pendientes, junto al pavimento de agudos guijarros; otras veces en plena Castellana, a la sombra de un árbol, viendo pasar lujosos carruajes que, heridos por el sol, echaban rayos de su charolado exterior, y sombrillas rojas y azules, graciosas cúpulas de seda, bajo las cuales marchaban señoras elegantes, precedidas de niños enguantados y con huecos faldellines, que el hijo del albañil contemplaba con asombro.

Muchos de los que estaban de pie en las aceras les imitaron, creyendo vengarse así de su pobreza, que les había obligado a permanecer toda una tarde fuera de la plaza con la esperanza de ver algo. La noticia del fracaso de Gallardo había circulado entre ellos, y le insultaban, contentos de humillar a un hombre que ganaba enormes riquezas. Esta protesta sacó al espada de su resignado mutismo.

Anchísimo, recto, sembrado de árboles á derecha é izquierda, con aceras tan capaces por solas como las calles de muchas ciudades, cubierto de un extremo á otro por una red de carruajes que de dia y de noche se precipitan los unos tras los otros, henchido del millon y medio de habitantes que cuenta Paris, pues todo el mundo cruza al ménos una vez al dia por él, vestido de un extremo al otro con el oriental lujo de sus millares de tiendas; este boulevard merece verse con preferencia á cualquiera capital, y digo capital, porque Paris es el boulevard, y el boulevard por si solo és una capital.

Frente al Principal, un grupo de soldados comía melones; en las puertas de las tiendas asomaban los dependientes curiosos; un corro de granujillas del Mercado jugaba a las chapas frente a los pórticos, y el resto de la plaza estaba solitario, con las aceras limpias de cestones y toldos, tostándose sus baldosas con aquella luz intensa y deslumbrante que lo caldeaba todo.

Se estaban formando las comitivas en cada parroquia: pronto llegarían al Arenal para reunirse todas en San Nicolás. Y la gran plaza ennegrecíase de gentío inquieto. Una masa de cabezas cubría las aceras y las calles inmediatas.

Al pié de la balaustrada, a lo largo del atrio y a la orilla de las aceras, puestos de cacahuates, de torrados, de nueces, iluminados con hogueras de ocote, y algunos con mortecinas linternas.

La noche estaba hermosísima, y Velarde siguió a pie por las extraviadas calles que llevaban al palacio de Villamelón, tropezando a cada paso con los humildes vecinos de las buhardillas y sotabancos, que tomaban el fresco sentados en las aceras. Presto llegó a la Plaza de Oriente, dio dos vueltas en torno del jardín circular y sentóse al cabo en un banco, frente al palacio.

Se apresuró a dejar la plazuela que cubría de sombra la parda catedral... huyó hacia las calles anchas, dejó la Encimada con sus resonantes aceras gastadas y estrechas, su triste soledad solemne, su hierba entre los guijarros, sus caserones ahumados, sus rejas de hierro encorvadas, y buscó la Colonia, saliendo por la plaza del Pan, la calle del Comercio y el Boulevard, de cuyos arbolillos caían hojas secas sobre anchas losas.

Dentro de Madrid vio las calles desiertas, sin carruajes, sin tranvías, todo igualado, arroyos y aceras, por aquella capa blanca, como si hubiese llovido sal. En los lados de las calles abríanse negros senderos de barro, por los que pasaban los escasos transeúntes entre un doble muro de nieve. Los árboles parecían de algodón; blancas vedijas pendían de los balcones y los aleros.

Las aceras animadas van poblándose de seres que en las místicas edades esculpieron su vivir; a la luz de la leyenda pasan hombres y mujeres, con sus gozos y sus duelos, su llorar y su reir. Una dama que en el manto se arrebuja el lindo talle se ve entrar en una iglesia; y, al oirse la oración, un hidalgo que se para en la esquina de una calle y el chambergo se destoca con cristiana devoción.