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Actualizado: 11 de junio de 2025


Acarició la cabeza de Aarón, pensando que la vista de aquel amor de niño debía de hacerle bien a maese Marner; pero éste, sentado al otro lado del hogar, no veía el rostro rosado, de rasgos bien acusados, más que como la bola obscura de dos pequeños puntos negros en la superficie. Y tiene una voz como la de un pájaro prosiguió Dolly ; sabe cantar un canto de Navidad que su padre le ha enseñado.

Los dos clérigos le saludaron muy cortésmente y Glocester dando un paso hacia él, le acarició con una palmadita familiar sobre el hombro. La envidia se lo comía, pero Glocester no era hombre que gastase menos disimulo. O era diplomático o no lo era. El Magistral se contentó con escupirle para sus adentros.

La apretó tímidamente primero, después con más energía: al cabo la acarició con cariño, rozándola suavemente por encima. Maximina le dejaba hacer, sin soñar con retirarla, como si fuese una cosa muy natural.

Ya , ya sobrina, la idea prueba que ama a mi hija; pero, creeme, la olvidará muy pronto, y cuando vuelva, trataremos de que su corazón no se equivoque más. ¿Entonces, tío, pensáis, que un hombre puede querer dos veces en su vida sin ser un fenómeno? El señor de Pavol me acarició las mejillas, mirándome con una conmiseración provocada tanto por mi pesar como por mi inexperiencia.

Carmencita tendió por su rostro una sonrisa llena de lágrimas. La vieja, angustiada, le acarició las manos, y al punto exclamó: ¡Qué frío tienes!... ¿No llevas bastante abrigo? ¿Estás también enferma? La acogió en su regazo como para darla calor, y comenzó a besarla. Carmen rompió a llorar con espasmo anhelante.

El sol extendía ya por el firmamento sus dorados rayos; elevose dulcemente, y con inefable amor pintó de rosadas tintas los lejanos picachos. Y el albor de Navidad acarició tan tiernamente a Bar Sansón, que la montaña entera, como sorprendida en una acción generosa, se sonrojó hasta las nubes. Agitábase en conmoción Campo Rodrigo.

Aún acarició a su hijo el día que le vio entrar en el patio, escoltado por don Andrés, con el título de abogado. Le regaló su escopeta, una verdadera joya, admirada por todo el distrito, y un magnífico caballo.

Despues pensó en que sin la prision, él sería novio ó marido en aquellas horas, licenciado en Medicina, viviendo y curando en un rincon de su provincia. La sombra de Julî, destrozada en su caida, cruzó por su imaginacion; llamas oscuras de odio encendieron sus pupilas, y de nuevo acarició la culata del revólver sintiendo no llegase ya la terrible hora.

Las nueve.... Dice que es cosa urgente.... Parece que viene asustada... le tiembla la voz.... El Magistral se puso del color de su madre, y en pie como por máquina: Que entre, que entre.... Doña Paula dio media vuelta y salió al pasillo. Antes acarició a su hijo con una mirada de compasión de madre. Entra... dijo a Petra que, toda de negro, esperaba, con la cabeza inclinada sobre el pecho.

No podía comprender que este mozo pequeño, enjuto y enclenque en apariencia inspirase miedo á nadie. Lo contempló con una curiosidad algo irónica desde la altura de su corpulencia; le acarició los brazos con sus manazas, sonriendo al encontrar inmediatamente el hueso bajo los músculos nervudos pero delgados. Un recuerdo surgido repentinamente en su memoria hizo esta sonrisa más insolente aún.

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