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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Miguel le escuchaba distraído, pensando en su hermana y en su madrastra, echando cálculos alegres sobre la vida feliz que iba a hacer en su compañía, recordando con placer los pormenores de la entrevista que con ellas acababa de tener. Cuando el cadete hizo una pausa, le preguntó por hablar algo: ¿Y V. es natural de Madrid?
»Y después de pronunciar estas palabras, salió de la habitación. »Poco después, oímos rodar el coche que la llevaba, al mismo tiempo que José entraba a anunciarnos que acababa de partir. »En aquel momento yo, que tomaba el pulso a Magdalena, noté un cambio muy sensible cuando ella oyó la noticia.
Silas se arrodilló junto con sus hermanos, contando con la intervención directa de la divinidad para probar su inocencia; pero sintiendo que, a pesar de todo, tendría que sufrir aflicciones y dolores, y que su confianza en la humanidad acababa de ser cruelmente herida. La suerte declaró que Silas Marner era culpable.
En la cuesta de Lausana, más allá de la Cruz, lo pasó un carruaje. Y entonces se detuvo, temblando. En ese camino, en ese sitio, a esa misma hora, la había visto por la primera vez: un año antes, un día que erraba por esos lugares, había pasado ella en carruaje, quién sabe si en ese mismo que acababa de dejarlo atrás. Y su imagen resurgió vivísima, con una luz que lo deslumbró.
Anotó el notario en el acta el segundo decreto, y pasó a proponer el siguiente que acababa de redactar como Ministro de Gracia y Justicia, dejando aparte la gracia y la justicia: decía así el borrón: «Art. 1.º En atención a la tranquilidad con que posee y gobierna Su Majestad Imperial el señor don Carlos V estos sus reinos, todos los que las presentes vieren y entendieren, se entusiasmarán espontáneamente y se llenarán de sincera y voluntaria alegría, pena de la vida, en cuanto llegue a su noticia este decreto: debiendo durar el entusiasmo tres días consecutivos sin intermisión, desde las seis de la mañana en punto, en que empezará, hasta las diez de la noche por lo menos, en que podrá quedarse cada cual sereno.
Pero su rostro permanecía impasible. Ni la más leve contracción acusaba el dolor que la mordía. La tertulia se deshizo a las doce, como siempre. Fernanda sintió gran consuelo al respirar el aire frío y húmedo de la noche. Tenía ansia de quedarse a solas con su pensamiento y darse cuenta cabal de lo que acababa de aprender. Había llovido mucho.
Otros han estado sobre las sepulturas donde estaban enterrados sus señores, sin apartarse dellas, sin comer, hasta que se les acababa la vida. Sé también que después del elefante, el perro tiene el primer lugar de parecer que tiene entendimiento; luego, el caballo, y el último, la jimia.
Mientras que el novio veía expresada por la música su propia desesperación y se complacía en desear el aniquilamiento y la destrucción de este mundo miserable que para él carecía de valor desde que Magdalena lo había abandonado, el alma angustiada del padre, menos colérica que la juvenil de Amaury, tembló ante el versículo, revelador de la majestad de Dios tonante que acababa de absolver a su hija y muy pronto debía juzgarle a él mismo. ¡Qué pequeño, y qué humilde se sintió en aquella ocasión el soberbio doctor, el sabio entre los sabios!
Visita iba a su lado callada, pensativa, satisfecha de lo que acababa de hacer. Había referido a la Regenta la historia de don Álvaro desde principios del verano pasado hasta la fecha. La del Banco echaba fuego por ojos y mejillas. Saboreaba el triunfo de su elocuencia.
¡Ay, hija! exclamó aquélla respondiendo a la última frase. ¡Si vieras qué catarrazo he pillado la otra noche en el teatro! El tonto de Ramoncito Maldonado es el que ha tenido la culpa. Con tanto saludo y tanta ceremonia, no acababa de cerrar la puerta del palco. Aquel aire colado se me metió en los huesos. Ha tenido fortuna ese aire manifestó con sonrisa galante el general Patiño.
Palabra del Dia
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