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Actualizado: 18 de junio de 2025
Una de las causas más frecuentes de celibato dijo la Fontane, es tener un carácter demasiado independiente. Detestable causa exclamó la abuela dirigiéndome un suspiro. No es ese mi caso afirmó la Sarcicourt, que temía probablemente que se le imputase semejante disposición. En mi vida he sabido lo que era tener ideas fijas y personales... ¡Pobre amiga! respondió Francisca llena de lástima.
Ya ves interrumpió la abuela, que cumplo con mi deber tratando de influir sobre ti en favor del matrimonio. Sí, le cumples demasiado bien. En esto eres de la opinión de Dionisio de Halicarnaso, que, compulsando las antiguas leyes de Roma, ha descubierto una que obligaba a los jóvenes al matrimonio.
¡Abuela! ten piedad de mí supliqué con lágrimas en los ojos; déjame gozar de mi vigésimoquinto aniversario... No me obligues a pensar cosas tristes... No me hables de la muerte, y sobre todo de la tuya... Es, sin embargo, una ley de la Naturaleza siempre respetada y siempre obedecida respondió dulcemente la abuela.
Alcalá de Henares, ciudad abuela del "Quijote", Septiembre, 1922. Nació en Manila humilde su cuna como la de Plauto el 22 noviembre 1877. Fué bachiller por el Ateneo municipal, que regentaban los Jesuitas; y abogado, 1903, mediante exámenes ante la Corte Suprema de Manila. Comenzó a escribir, adolescente, en periódicos españoles de su ciudad natal.
Eso dijo, no es de la competencia de usted, señor cura... sea indulgente... Magdalena es tan feliz... Feliz por una frasecilla sin estilo, sin citación... dijo despidiéndonos, sí, no lo comprendo... Lo creo, señor cura, que no lo comprende usted... Eso no es de su competencia, como dice la abuela... 12 de marzo.
Hasta tuvo conatos de agarrar una silla y sentarse al lado de ellos: pero Castro se lo impidió dándole, al descuido, un feroz y expresivo pisotón en los callos que le hizo volver en su acuerdo. Continuó, pues, su paseo melancólico y no tardó en sentarse de nuevo junto a sus futuras suegra y abuela.
Pocos caudales, eso sí, por parte de estos últimos principalmente, es decir, por la de mi abuela paterna, que sólo aportó al matrimonio unas gargantillas y unas arracadas de coral, dos relicarios de plata con una astilla de la Vera-Cruz, y un hueso de Santa Felícitas, respectivamente; tres mudas de ropa blanca, dos mantelerías de hilo casero, una cadena de oro cordobés, el vestido de gala con que se casó, y otro a medio uso para todos los días.
¡Calla! dije estupefacta, el señor cura parece que toma en serio esta comunicación... Tiene que usar ciertas consideraciones... ¡Consideraciones!... ¿Por qué? Ofender a una solterona de la intransigencia de Celestina, sería peligroso... Sí, comprendo... El señor cura temería legítimas represalias... Ciertamente dijo la abuela con convicción.
El mismo monte no es tan estático; al menos, cambia de color en las estaciones. Las casas, no; así estarían hace doscientos años, así están hoy. Todo sigue igual. Hasta el loro de mi abuela, heredado por mi madre, ahora en el balcón de mi casa, sigue diciendo, con su voz estridente y chillona: ¡A babor! ¡A estribor!
Quiso anonadar con una mirada y un bufido á la insolente; pero ésta había bajado los ojos, no pudiendo resistirse á su confusión. ¡La que había tomado por una mendiga era la abuela de la señorita!... Al mismo tiempo lamentaba en su interior las injusticias de la suerte.
Palabra del Dia
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