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Actualizado: 18 de junio de 2025
Lo que no he prometido es dejarte echar a perder tu vida como lo estás haciendo. Abuela protesté, soy tan feliz... No trato más que de estar a tu lado. Sí, ya lo sé, mala nieta... Y eso es lo que no comprendo... A los veinticinco años encontrarse dichosa sin el apoyo de un marido, no es natural... Además, querida abuela, ¿para qué necesito un marido puesto que te tengo a ti? ¿Para qué?... ¡Ah!
La abuela dice también que las solteras tienen la devoción estrecha, meticulosa y hecha de menudas prácticas, más que de profunda piedad; que son charlatanas y envidiosas; que tienen ideas mezquinas y atrasadas, y, en fin, que poseen todos los defectillos imaginables, entendiendo por defectillos todo lo que achica un carácter, todo lo que apaga un alma...
Aproveché el interés que manifestaba el visitante, suspendido de los labios de la abuela, que le explicaba la procedencia de una consola, la historia de un cuadro o la leyenda de una miniatura, para observar en detalle a mi pretendiente. Era visible que se esforzaba por conquistar a la abuela por una atención respetuosa y delicada a todas sus palabras. Un buen punto por esto...
Un poco de buen sentido, Magdalena dijo la abuela. Ya me haces incurrir en cosas bastante extraordinarias sin llegar a ofrecer a nadie mi nieta... ¡Ah! qué débil es el corazón de una abuela... Por cariño a ti, me veo metida en la más tonta historia que he visto jamás... La culpa es de las solteronas... Las abomino...
Sí, es bueno en general que las jóvenes no coloquen en el matrimonio su única probabilidad de dicha... ¡Pobre probabilidad! interrumpió la de Ribert. ...Es preciso, sin embargo, no complicar la situación haciendo que se implante demasiado ese miedo del matrimonio. Eso es lo que me canso de decir exclamó la abuela.
Hay que saber sufrir lo que no se puede evitar. De vuelta a casa, encontramos a Celestina, la cocinera, con una expresión consternada. ¿Qué hay, Celestina? le pregunta la abuela. Celestina no responde y finge absorberse buscando un objeto perdido. La abuela, que sabe lo que significan los silencios de Celestina, sigue su camino y se va a su cuarto.
Mi querida abuela cuidó de mi infancia y, a pesar de su tristeza y de su dolor, de ella me vinieron todas las alegrías y todas las felicidades de niña. Mi vida entera cabe en esta palabra: la abuela.
Durante mucho tiempo constituyó un misterio el paradero del hermano mayor de mi madre, hasta que se supo que había muerto. Comprobé, con esa penetración que es frecuente en los chicos, que en mi familia existía cierta reserva al referirse a mi tío Juan; ni mi madre, ni su hermana Úrsula, ni mi abuela, querían hablar del desaparecido, y este misterio y esta reserva excitaron mi fantasía.
La Santa fué pues biznieta por la linea materna del emperador Federico 2.º, y por la paterna nieta de D. Jaime el Conquistador, hermana de D. Alonso 3.º el Liberal, de D. Jaime 2.º llamado el Justo, y de D. Fadrique rey de Sicilia. Llamóse Isabel, segun Dormer, por la reina de Ungria Santa Isabel, hermana de Doña Violante su abuela, muger de D. Jaime el Conquistador.
La de Dumais parecía literalmente sobre ascuas, la abuela fruncía la nariz y la de Aimont contenía una enorme gana de reír, mientras que la de Sarcicourt y Paulina echaban a su alrededor miradas de ciervas moribundas. Hacer frente a la intrépida señorita Bonnetable... Qué audacia...
Palabra del Dia
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