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Actualizado: 3 de mayo de 2025


El acontecimiento se guardaba para el final de la cena. Probablemente el señor Tomás hacía la vista gorda ante la desordenada conducta de la gente joven, abstraído en la meditación del efecto dramático que tenía en incubación. En el momento de levantarse los manteles, púsose de pie y golpeó solemnemente sobre la mesa.

Hallolo en la huerta totalmente abstraído en la contemplación melancólica de un pie de berza en que las orugas se habían ensañado. Andrés no anduvo con rodeos. Se lo anunció de golpe y porrazo. Tío, mañana me voy. El pie de berza se sintió abandonado súbitamente. ¿Cómo... cómo... cómo? Que mañana me marcho. ¡Pero así, tan de repente! ¿Qué mosca te ha picado, chico?

Relevado por su regente de la obligación de trabajar, Rubín se fue al laboratorio, y tomando de debajo de la silla un librote, se puso a leer. Profundísima tristeza se revelaba en su rostro enjuto y granuloso. Caía en la lectura como en una cisterna; tan abstraído estaba y tan apartado de todo lo que no fuera el torbellino de letras en que nadaban sus ojos y con sus ojos su espíritu.

Y tenía una herencia, un legadillo.... ¡Maldito catacaldos! Esa es la vida, don Gil.... Hay que conformarse. Tenía un legadillo.... Yo lo descubrí en la covachuela. Conque diga usted: ¿dónde podré encontrar á mi tío? Yo ... si he de decir á usted la verdad prosiguió el abate, abstraído por su desgracia, no lo siento por ella, porque al fin y al cabo ... pero tenía un legadillo....

No pudiendo resistir el alborozo que esto me causaba, iba al corral, ponía canutillos de pólvora a los gatos, y encerrándolos en un cuarto con las gallinas, me moría de risa. Santorcaz, lejos de reír con esta nueva barrabasada de su discípulo, fijaba la mirada en el horizonte, completamente abstraído de todo, y meditando sin duda sobre graves asuntos de su propio interés.

La vio desaparecer en el portal, y permaneció aún mucho rato en la acera dominado por el anonadamiento; abstraído en la contemplación de los últimos resplandores del crepúsculo que palidecían más allá de los tejados del Palacio real.

Si había un poco de egoísmo en él, después lo veremos. Ya se marchaba, cuando Pascuala salió de la cocina asustada, y dijo: ¡El amo! No abras dijo Clara temerosa. Espera: escóndase usted. Pero Elías, que tenía llave, no necesitaba que le abrieran para entrar. No importa dijo el militar, que trataba de serenar á Clara. Coletilla abrió y entró. Venía cabizbajo y abstraído.

El joven aragonés tenía tan ocupado el ánimo con sus propias amarguras, que no atendió; con la observación y la curiosidad que el caso exigía, á las raras señales de alteración física y moral que otro menos abstraído hubiera visto en la santa y edificante faz de doña Paulita.

Conociéndome como me conoces, comprenderás que mi objeto es de los más puros, de los más honrados. PATROS. ¿Para decir cuatro palabritas a la señorita Electra? CUESTA. Si pudiera ser hoy, mejor. PATROS. El señor ¿vuelve luego? CUESTA. Volveré, y con disimulo me adviertes... PATROS. , ... Pierda cuidado. CUESTA; PANTOJA, enteramente vestido de negro. Entra en escena meditabundo, abstraído.

Y, en alta voz, mirando compasiva al abstraído paseante, inquirió: Y don Rodrigo, el del Nidal, ¿no tiene poderío para terciar entre usted y la niña y hacerla salir de aquella cueva de lobos?

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