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Actualizado: 18 de junio de 2025


El resto de la conversación no fue escuchado por la joven. Un pensamiento desolador absorbía su espíritu. Pero en breve fue despertada por el alboroto de las despedidas. Promesas de volver a verse pronto, apretones de manos, actitudes coquetas, graciosas muecas, sonrisas afectuosas, todas estas manifestaciones vehementes parecían brotar de los sentimientos más sinceros.

Y sabía también que, no obstante que en apariencia la obra política del rebelde absorbía toda su actividad, todavía disponía de tiempo para llevar una existencia llena de aventuras galantes, pasando de un amor a otro, recompensando con el dolor del abandono y la traición a las desventuradas incapaces de resistir a sus seducciones. ¡Y por ese rebelde sanguinario, por ese indigno don Juan, se había dejado seducir la Condesa d'Arda!... Pero, en fin, ¿habría la Condesa querido morir, para no presenciar la ruina de sus sueños de amor fiel, o había sido asesinada por el Príncipe y la nihilista?

Lo que absorbía toda su atención é inquietaba su espíritu eran otras condiciones ocultas y sustanciosas que un mozo tan señalado por su ingenio no podía perder de vista. El tío Pepón era un labrador rico, y aunque tenía tres hijos, á los tres los dejaría bien acomodados; todo el valle lo sabía.

Además, lo que absorbía su atención, por el momento, era andar lista para que Muían no la cogiese un pie entre los suyos debajo de la mesa, excesillo disculpado por el amor del novio y favorecido por la clásica camilla, con su largo refajo de bayeta verde que caía hasta tocar en el suelo. Don José estuvo haciendo con la cabeza signos de asentimiento mientras habló Pepe.

Sin relámpagos, sin truenos, la lluvia se hacía más copiosa cada vez, hasta convertirse en un diluvio nutrido y firme que el suelo absorbía sediento, dejando que el exceso de agua se acumulara en pequeñas corrientes que seguían el desnivel del piso como arroyos y ríos vistos desde gran altura y mientras el formidable aguacero caía como una colosal cortina chinesca de gruesos e infinitos hilos incoloros, las movedizas «ratoncitas» trinaban en los tirantes de los aleros como diciendo acongojadas: ¡qué va a ser de nosotras!...

Lo primero fue insensatez; lo segundo pedía venganza. Don Juan iba excitándose por grados. ¿Qué sería aquello? ¿Vanidad herida, amor propio humillado, capricho incompletamente satisfecho? Cristeta le ocupaba el ánimo, le absorbía la voluntad y le llenaba el pensamiento.

Era un cuadro pintoresco que bien podía haber distraído el espíritu de María Teresa del pensamiento que la absorbía; pero la contemplación del Luxemburgo no calmaba su impaciencia. Sus miradas seguían con frecuencia los coches que surcaban la calle, y si alguno de ellos parecía querer detenerse delante de la puerta de su casa, la joven sentía latir su corazón un poco más ligero.

»Me pareció que quedaba muy agradecido a mis gestiones; pero, a decir verdad, lo que entonces le absorbía por completo era su amor y no otra cosa. Al retirarse le acompañó Magdalena hasta la puerta, y por casualidad no se fijó en que a la sazón estaba yo detrás de ésta.

Esto le hizo creer que su auditorio estaba conmovido por la fuerza emocional de su discurso y cobrando más ánimo, continuó así: El segundo de los síntomas que me hicieron conocer el estado de mi alma fue una viva pasión de celos; pues cuando en los primeros días del mes corriente Antoñita se mostraba contigo tan insinuante, no pude impedir que germinase en mi corazón un odio feroz contra mi amigo de la infancia; odio, pronto apagado por la reflexión de que no te sería fácil corresponder a ese amor hallándote tan influido por el recuerdo de otro amor que absorbía tu alma.

Ana sin saber por qué, sintió un poco de ira. «¿Cómo serían aquellos amores de Petra y el molinero? ¿Qué le importaba a ella...?». Pero la manera de mirar a Petra, estudiando los pormenores de su traje, algo descompuesto, la fatiga que no podía ocultar, el sudor, el color de sus mejillas, revelaba una curiosidad que quería ocultar en vano la Regenta. «¿Qué había hecho en el molino aquella mujer?». Este pensamiento baladí, obsesión estúpida que era casi un dolor, absorbía toda la atención de Ana, a su pesar.

Palabra del Dia

rigoleto

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