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Actualizado: 9 de junio de 2025
Estando inclinado hacia su prima, abrió ésta los ojos, le reconoció, se levantó de un salto, le dirigió una mirada de indignación, se volvió á abrochar y de pie en el umbral de la puerta, dijo: Conste que soy yo la que ha dado un paso de conciliación. Espero á usted á su vez esta tarde.
Luego, abandonando el piano, abrió una tras otra todas las puertas de los camarotes que daban al salón. En la del dormitorio del capitán se detuvo, sin querer pasar del umbral, sin soltar el picaporte de bronce que mantenía en su diestra. Ferragut, detrás de ella, la empujaba con suave traición, repitiendo al mismo tiempo sus caricias en la nuca.
Ocurrió el contratiempo grave de que mientras Ponte llamaba con nerviosa furia, decidido a romper la campanilla, subió Hilaria de la calle y abrió con el llavín, y ya no fue posible cortar el paso al intruso, que se precipitó dentro, presentándose ante las asustadas señoras con el sombrero metido hasta las orejas, blandiendo el bastón, la ropa en gran detrimento y manchada de tierra y lodo.
¡Ah! contestó el de dentro con el acento de quien reconoce á una persona respetable ; voy, voy á abrir al instante. En efecto, la puerta se abrió. Perdóneme vuestra señoría dijo la misma voz dentro si no tengo luz: estaba en acecho. Y se cerró la puerta. ¡En acecho! dijo el padre Aliaga ; ¿en acecho de qué?
Allí estaba, sola, abandonada, vendida, ultrajada, calumniada, con las muñecas heridas por mano brutal y el rostro marchito por la enfermedad, el terror y el dolor.... Pensando en esto, la oración se interrumpió en labios de Julián, la corriente del existir retrocedió diez años, y en un transporte de los que en él eran poco frecuentes, pero súbitos e irresistibles, cayó de hinojos, abrió los brazos, besó ardientemente la pared del nicho, sollozando como niño o mujer, frotando las mejillas contra la fría superficie, clavando las uñas en la cal, hasta arrancarla....
Y ¿qué razon hay para llamar señor á quien nada útil hace, que para nada sirve, que á nada bueno aspira; que pone un brazo sobre otro brazo, y contempla así la obra universal, que así paga la deuda inmensa que contrajo desde que abrió los ojos á la luz, desde que recibió la caridad de tantos séres? ¿Qué razon hay para llamar virtud á una nulidad, para llamar sabiduría á un idiotismo?
A las nueve de la mañana del día siguiente, cuando el capitán se vestía en su camarote para bajar á tierra, Tòni abrió la puerta. Su gesto era fosco y tímido al mismo tiempo, como si fuese á dar una mala noticia. Esa está ahí dijo lacónicamente. Ferragut le miró con expresión interrogante... ¿Quién era «esa»?...
El dueño de casa, testigo de su adversario, abrió tamaños ojos a la aparición de aquel convidado inesperado; pero repúsose pronto y recibiolo ceremoniosamente, encontrando, como lo dijo después, que aquello era perfecto, irreprochable, y que probaba un estómago de privilegio.
Piensa que voy hacia la muerte si tú no me salvas. Ferragut la oyó, y para huir de su gemido fué alejándose hasta el fondo del camarote. Luego abrió el ventano redondo que daba sobre la cubierta, ordenando á un marinero que buscase al segundo. ¡Don Antòni! ¡don Antòni! gritaron varias voces á lo largo del buque.
«¡Cómo me canso de subir escaleras! dijo el oso torcaz llegando arriba . Cuando se reforme la sociedad, se suprimirán los escalones. Piso bajo todo el mundo». Abrió la primera puerta y entraron; y mientras Bou seguía franqueando puertas, Isidora hacía lo mismo con los balcones para que entrase la luz, ganosa de alumbrar los ricos antros.
Palabra del Dia
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