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Actualizado: 6 de junio de 2025


Hablaba en valenciano á los muchachos, regalándoles el fruto de su experiencia. Debían creerle á él, que había visto mucho. En la vida, paciencia para vengarse del enemigo; aguardar la pelota, y cuando viene bien, jugarla con fuerza. Y al dar estos consejos feroces guiñaba sus ojos, que en el fondo de las profundas órbitas parecían estrellas moribundas próximas á extinguirse.

¿Y quién ha sido añadió Montiño, cuyos ojos parecían próximos á saltar de sus órbitas , quién ha sido el que ha dejado que un galopín haga un plato que es difícil para más de un oficial? Todos se callaron. Es que el señor Gil Pérez tenía que ir á ver á su coima, y me dijo que hiciera ese capón exclamó desde la puerta con voz quejumbrosa el galopín Aldaba.

En sus órbitas rodaron los ojos del xeque fiero; su diestra el brazo hechicero que las Gracias modelaron asió con fuerza brutal, y doblegando á la triste exclamó; Si no mentiste; si la humillante señal de los brazos de un insano, que atreviéndose á mi honor aprovechó tu pavor, mienten tambien; si es en vano

Debe herirte demasiado lo que hago contigo, y yo, que adoro la venganza, reconozco el derecho y la necesidad que tienes de vengarte de . Cuando puedas, mátame, hazme pedazos; pero entre tanto, sírveme. El duque no contestó; estaba lívido de cólera, se le saltaban los ojos de las órbitas.

Levanté una mano, y bajándola suavemente ante sus ojos desmesuradamente abiertos y desesperados de terror. ¡Morid en paz! le dije ¡Yo le perdono! No había aún acabado estas palabras cuando su fisonomía marchita se iluminó con un relámpago de alegría y de juventud. Al mismo tiempo brotaron dos lágrimas de sus hundidas órbitas.

Prefirió un desconocido; acudió a la capilla de las Victorias. Vino un sacerdote viejo, algo encorvado, con cejas canosas, espesas, sobre unos ojos muy pequeños que brillaban inexpresivamente en las órbitas hundidas. Se metió, sin mirarla, en el confesionario, y comenzó a formular preguntas, rápidamente, sin atender casi a las respuestas que recibía.

Su rostro estaba horriblemente pálido, las órbitas de sus ojos se oscurecían, y en sus labios primero, luego en su pañuelo y por fin sobre el blanco cubrecama aparecieron unas gotas de sangre.

Cuando tornaban á casa al caer de la tarde, con los cabellos en desorden y las mejillas atezadas, involuntariamente fijaban la vista en el escudo de la fachada. Los leones de piedra parecían mirarlas tristemente con sus órbitas inmóviles. Un pensamiento de indefinible y vaga melancolía rozaba suavemente las cándidas frentes de las señoritas de Estrada. Esto duraba un instante.

Es una lástima les dijo una vez Garmendia que los vascongados, a pesar de ser tan religiosos, sean tan borrachos. ¡Mentira! exclamó Echaide, poniéndose rojo de indignación . El pueblo vascongado es un pueblo honrado, y los que le denigran son indignos de pertenecer a él. Son unos canallas añadió Argonz, con los ojos fuera de las órbitas.

Llegó a la roca más alta, la más saliente e inclinada hacia el abismo, y agarrado a la punta, rasgándose el pecho contra las asperezas de la peña, tendió los ojos fuera de las órbitas por aquella extensión inmensa, buscando una señal, un punto negro, un ligero estremecimiento en la superficie del agua... ¡Nada!... ¡Nada más que aquellas olas tan azules y tan bellas a pesar de catástrofe tan horrenda, aquel cielo tan puro y tan radiante a pesar de horror tan profundo!

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