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Sólo D.ª Marciala sonreía frente a él aplaudiéndole. En Obdulia el dardo produjo aún impresión más dolorosa que en su confesor. Sintiose invadida por un frío extraño acompañado de ligero temblor; luego fuertes llamaradas de calor le subieron al rostro y con ellas un vivo irracional deseo de lanzarse sobre D. Narciso y arañarle. Costole trabajo inmenso dominar sus ímpetus.

La aprobación de su confesor, las frases de elogio que a despecho suyo se le escapaban de los labios, indudablemente calentaban su fantasía y aguijaban sus ímpetus. Un día se pasaba veinticuatro horas sin tomar alimento, otro echaba ceniza en el plato que más le gustaba, otro se ponía una camisa de lana burda a raíz de la carne, otro se disciplinaba hasta saltar la sangre, etc.

Don Nicasio es otro, expresa lo que siente; nada de la audacia, de la actividad de la mañana, nada de los proyectos tan fáciles de ejecutar; entónces los obstáculos importaban poco, ahora son casi insuperables; los rivales no significaban nada, ahora son invencibles. ¿Qué ha sucedido? ¿Le han dado á D. Nicasio otras noticias? no ha visto á nadie. ¿Ha meditado sobre el negocio? no se habia acordado mas de él. ¿Qué ha sucedido pues, para causar tamaña revolucion en su espíritu, alterando su modo de ver las cosas, y quebrantando tan lastimosamente sus ímpetus juveniles?

Y mil veces la estuvo repitiendo en su interior con una sublime congoja en que le parecía que el alma quería salírsele por la boca. Pero su boca seguía muda. Quería gritar, romper en alabanzas de Jesús, desahogar los ímpetus fervorosos de su pecho, y no le era posible. Sentía una extraña opresión que la mataba con una muerte celestial que no trocara por cien vidas.

Los trapenses que vuelven la espalda al mundo después de haber gozado de él, encuentran en el fondo del claustro armas prestas contra las tentaciones del pasado; son éstas el ayuno, la oración y un régimen capaz de matar los ímpetus juveniles. Quizás hay más mérito en combatir como don Diego, completamente desarmado.

Arregló su paraguas lo mejor que pudo, y como los ímpetus del viento hubiesen sosegado un instante, saliose del portal, no sin dirigir una mirada de miedo y hostilidad a la gran puerta negra del fondo, en lo alto de la cual ardía tristemente una lamparilla de aceite detrás de una ventanilla enrejada.

Aunque tocaba en los setenta años, estaba firme y robusto aún, si bien había perdido ciertos ímpetus juveniles, que le habían hecho famoso, llevándole en ocasiones á imitar al Divino Redentor, más que en la mansedumbre, en aquel arranque que tuvo cuando hizo azote de unos cordeles y echó á latigazos á los mercaderes del templo.

Miguel, a quien todo aquello cogía de nuevas, y que adoraba a su hermana, no podía sufrirlo con calma: cada vez que le tocaba ser testigo de una de estas escenas, padecía horriblemente y le costaba esfuerzos desesperados el reprimir sus ímpetus y no hacer a la brigadiera alguna áspera advertencia.

¡No puedo, madre, no puedo; perdóneme! replico aquélla haciendo esfuerzos por contenerse, sin resultado alguno. Déjela usted reír. La verdad es que la cosa tiene más de cómica que de seria dije yo afectando buen humor, pero irritado en el fondo. Estas palabras, en vez de alentar a la hermana, sosegaron un poco sus ímpetus y no tardó en calmarse.

Hizo lo posible por reprimir los ímpetus de su naturaleza expansiva y afectuosa: adoptó un continente grave, impasible, ligeramente desdeñoso: procuró burlarse de cuanto se decía en su presencia, como no tocase a los usos y fueros de la salvajería: adquirió un cierto tonillo irónico, semejante al de sus compañeros de club.