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En el fondo de mi naturaleza se encuentran tan bien casadas estas dos cualidades, que casi nunca se mortifican o se dañan. El gallego sirve para refrenar los ímpetus exagerados del poeta. El poeta ejerce el bello destino de ennoblecer, de dar ritmo armonioso a la existencia.

Cuando los ímpetus se iban calmando, Rosa tornaba a despertarlos contrahaciendo los ademanes ridículos del aprendiz de cura; y para mejor fingirlos quitó el sombrero a su amigo y se lo encasquetó en la parte posterior de la cabeza. Así estuvieron algunos momentos, entregados a una alegría infantil, completamente olvidados de la singular y comprometida situación en que se hallaban.

Resistió unos instantes a pie firme la violencia de la ráfaga, y en vez de soltar alguna interjección enérgica, que nunca fuera más al caso, dejó escapar un suspiro de angustia. ¡Ay, Jesús mío, qué noche! Se arrimó a la pared, y cuando el viento sosegó sus ímpetus siguió su camino.

Este conocimiento es de tanta importancia, que sin él no es posible gobernar bien el juicio; porque así como no puede sentenciar bien el Juez apasionado, tampoco puede juzgar con acierto el entendimiento que se gobierna por una pasion: siendo de notar, que es tanta la influencia de estos afectos del ánimo, que las mas veces trastornan la razon, porque sigue el hombre mas los ímpetus de ellos que lo que le dicta el buen juicio.

Temíase no hubiese tratado sus amores con alguna indecencia, que redundase en menoscabo y perjuicio de la honestidad de su señora Dulcinea del Toboso; deseaba que hubiese declarado su fidelidad y el decoro que siempre la había guardado, menospreciando reinas, emperatrices y doncellas de todas calidades, teniendo a raya los ímpetus de los naturales movimientos; y así, envuelto y revuelto en estas y otras muchas imaginaciones, le hallaron Sancho y Carrasco, a quien don Quijote recibió con mucha cortesía.

Aunque era en el mes de agosto, Marta y las amigas sintieron frío repentino en el claustro y corrieron a refugiarse en la iglesia, donde don Serapio, acompañado del órgano, degollaba la hermosa plegaria de Stradella. Esperose algún tiempo, con grandes ímpetus de curiosidad. Nadie atendía a la cascada voz del fabricante de conservas.

Iba á trabar el primer asalto contra los reales enemigos, cuando le ocurrió, sin embargo, un pensamiento que detuvo sus ímpetus guerreros. «Ciudades como Córdoba, dijo, no se sitian con escasas tropas ni sin esperanzas de buen éxito: ¿de qué servirá empeñar una lucha en que he de salir vencido? La ruina de la ciudad producirá la mia; Murcia caerá; el poder del Islam llegará al borde del abismo.

Ganas tuvo de llegarse de súbito a la muchacha y de soltarle el pavo, esto es, de decirle sin ceremonia sus atrevidos pensamientos: pero Mutileder iba al lado de ella, mirando receloso a todas partes, con la barba sobre el hombro, en actitud desconfiada y hostil, y blandiendo un enorme y fiero garrote. La prudencia refrenó los ímpetus del marino fenicio.

Por dicha, los mencionados señores expusieron su proyecto al Rey Don Juan II, apellidado con razón el Príncipe Perfecto, el cual, aunque vehementísimo en su cólera y de ímpetus tan vitandos que mataba a puñaladas a quien juzgaba que le ofendía, sin excluir al hermano de su mujer, reflexivamente era tan recto, tan temeroso de Dios y tan buen Católico, que rechazó el plan, indignado.

Mi amigo, como todo erudito, es algo inocente y cree que los hombres no saben que todos murmuran de todos. Metastasio era más profundo que Pascal en cuanto atañe a la psicología del murmurador. En su «Clemencia Tito», dice lo siguiente: «Si le mueve la ligereza, no le hago caso; si es la locura, le compadezco; y si sólo son sus ímpetus de malicia, le perdono».