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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Oyendo lo qual respiré, y los espiritus que andaban al borotados se sosegaron: y abrazandole yo tambien con recato de no ajarle el cuello, le dixe: yo no conozco á vm. sino es para servirle; pero por las muestras bien se me trasluce que vm. es muy discreto y muy principal: calidades que obligan á tener en veneracion á la persona que las tiene.
Los capitanes poco advertidos del engaño, fácilmente se dejaron persuadir, y solicitados de los soldados que casi amotinados pedian sus pagas, tomaron el dinero, y le trajeron á Galípoli, donde se tomó muestra, y repartió con quejas y sentimientos; pero al fin con solo el nombre de que los pagaban, aunque conocieron la falta, se sosegaron.
El grave tono y suave firmeza con que subrayó estas palabras la sosegaron, como a menudo lo hacía en otros tiempos. Acariciando su delgada mano, dijo después de un corto intervalo: ¿Te ha escrito alguna vez Carolina? Sí, en dos ocasiones, dándome las gracias por algunos presentes; no eran más que cartas de colegiala añadió impaciente, contestando a la interrogadora mirada de Juan Príncipe.
Es, pues, el caso que los cuadrilleros se sosegaron, por haber entreoído la calidad de los que con ellos se habían combatido, y se retiraron de la pendencia, por parecerles que, de cualquiera manera que sucediese, habían de llevar lo peor de la batalla; pero uno dellos, que fue el que fue molido y pateado por don Fernando, le vino a la memoria que, entre algunos mandamientos que traía para prender a algunos delincuentes, traía uno contra don Quijote, a quien la Santa Hermandad había mandado prender, por la libertad que dio a los galeotes, y como Sancho, con mucha razón, había temido.
Todos se sosegaron, que ya estaban algo sobresaltados, y Monipodio salió a la puerta, donde halló al alguacil, con el cual estuvo hablando un rato, y luego volvió a entrar Monipodio, y preguntó: ¿A quién le cupo hoy la plaza de San Salvador? A mí dijo el de la guía.
Consolado, pues, y pacífico Camacho y los de su mesnada, todos los de la de Basilio se sosegaron, y el rico Camacho, por mostrar que no sentía la burla, ni la estimaba en nada, quiso que las fiestas pasasen adelante como si realmente se desposara; pero no quisieron asistir a ellas Basilio ni su esposa ni secuaces; y así, se fueron a la aldea de Basilio, que también los pobres virtuosos y discretos tienen quien los siga, honre y ampare, como los ricos tienen quien los lisonjee y acompañe.
Quedó contentísimo Andronico de que los Catalanes le hubiesen obedecido, y alabándoles por cartas su puntualidad en cumplir sus órdenes, les hizo saber como los movimientos de Bulgaria con solo la fama de que venia el ejército de los Catalanes se sosegaron.» Esto es lo que dice Montaner; Pero Pachimerio parece que refiere con más verdad la ocasion que tuvo Andronico en este segundo despacho de decir que ya estaba todo sosegado; porque Miguel Paeologo su hijo á persuasion de los Griegos ofendidos, y de los soldados de otras naciones que tenia en su servicio, que como inferiores en número y valor temian á los Catalanes, escribió á su padre Andronico que no queria que Roger se juntase con su ejército, porque temia guerras civiles, y que la insolencia de los Catalanes no la pudiera sufrir, si con la misma libertad que en Asia habian de proceder y vivir, y que Gregorio cabeza de los Alanos estaba con él ofendido por la muerte de su hijo, y que viendo á Roger y á los suyos, sería ocasion de algun gran rompimiento.
En este tiempo que Andronico ocupaba el Imperio de Oriente, los Turcos se dividieron, y hubo entre ellos algunas guerras civiles, pero por el consejo y autoridad de Orthogules se sosegaron, remitiendo á la suerte sus pretensiones, que como reviere Gregoras, y Chalchondilas, se dividieron por suerte las Provincias entre siete Capitanes, pretensores todos al gobierno universal.
Respodióles que era buen caballero, y que él no sería enemigo ni haria daño á los amigos del Rey de Aragon, y que con seguridad podrían estar todos juntos, y honrar á Riambau. Con esto se sosegaron, y Montaner pasó á la galera de Riambau Dasfar, y luego todas se juntaron, y se convidaron los capitanes con mucha llaneza y seguridad.
¡No puedo, madre, no puedo; perdóneme! replico aquélla haciendo esfuerzos por contenerse, sin resultado alguno. Déjela usted reír. La verdad es que la cosa tiene más de cómica que de seria dije yo afectando buen humor, pero irritado en el fondo. Estas palabras, en vez de alentar a la hermana, sosegaron un poco sus ímpetus y no tardó en calmarse.
Palabra del Dia
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