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Actualizado: 14 de junio de 2025
No se me pasaba un instante sin pensar en ella. Era para mí luz, alegría, juvenil regocijo, primera aspiración de amor; ilusión de niño que yo creía perdida para siempre y que de pronto aparecía delante de mí, esperanza malograda que ébria de vida sacudía sus alas de mariposa en el fondo de mi corazón, reanimada por la luz de los ojos azules de la niña.
Mas ahora, agotadas sus fuerzas, la barra se queda más atrás de la rama. Entonces, de aquella multitud ebria de entusiasmo se eleva un clamoreo inmenso. «¡Viva Laviana!» «¡Viva Villoria!»
¿Estáis ebria, Diana? dijo Maurescamp poniéndose muy encendido . Estáis ebria, y os olvidáis de quien habláis. ¿Porque hablo de vuestra mujer? ¿Pues no me habláis vos también de ella, querido amigo? Me habéis dicho que era un hielo... ¡Un hielo! ¡Ah, qué bueno! ¿y habéis creído eso? ¡pobre ángel!
En efecto, el sonido sordo y tardío de este vocablo, suministra la idea exacta de un entendimiento que se despereza, que abre la boca con trabajo, que balbucea un nombre con la lentitud ébria del que se duerme: en el sonido de la palabra tonto hay algo parecido al de la de sapo, y esta única relacion es más que suficiente para darla una propiedad y una fuerza admirables.
Y continuó soltando infamias contra la novia de Rafael, sin que éste se inmutase. El aperador deseaba verla así; sentíase de este modo más fuerte para resistir a la tentación. La Marquesita, completamente ebria, insistía en sus insultos con la ferocidad de la mujer despreciada, pero sin separarse de él. ¡Cobarde! ¿Es que no te gusto?...
Le escribió inmediatamente, dándole la fatal noticia; pero la carta no llegó a sus manos. Volvió a escribir y no recibió contestación. El autor de mis días había muerto también. Pereció en una escaramuza. Su cadáver fué arrastrado y paseado como trofeo de gloria, al son de músicas victoriosas, por una soldadesca ebria que celebraba un triunfo inesperado.
Vivió pronto no ya en medio de la animacion, sino en una agitacion febril alimentada sin cesar por odios y ambiciones personales: hoy vió entronizar á un emir, mañana le vió deponer por una muchedumbre insensata ó por una soldadesca ébria; precipitóse todos los dias mas á la anarquía y estuvo próxima á una completa ruina.
Conservaba la misma esbeltez arrogante de la otra seguida por Robledo, pero sus ropas y su rostro revelaban una miseria mayor. Bebía á lentos sorbos el contenido de una gran copa y se retrepaba á continuación en el diván, cerrando los ojos como si estuviese ebria.
Sentía Julián cosquilleo y agujetas en los muslos, frío en los huesos y pesadez en la cabeza. Dos o tres veces miró hacia su cama, y otras tantas el recuerdo de la pobrecita, que sufría allá abajo, le detuvo. Dábale vergüenza ceder a la tentación. Mas sus ojos se cerraban, su cabeza, ebria de sueño, caía sobre el pecho. Se tendió vestido, prometiéndose despabilarse al punto.
Palabra del Dia
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