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Sin embargo, se adhirió a aquel pensamiento que le sugería su madre: eso es bastante verosímil, si el señor de Maurescamp era hombre de honor, como el mundo lo entiende... no querría abusar de la desigualdad de fuerza... después, habríase acordado durante el viaje de todo lo que ella le había dicho... habría reflexionado más a sangre fría, habría llegado casi convencido de su inocencia... casi tranquilo... menos ávido de venganza...

Apasionado, ávido, disipador, violento, artificioso, indiscreto, corrompido, introdujo el desarreglo de su conducta en una corte de exterioridad severa; agitó con la intriga el ánimo de un Príncipe amante de la dignidad mesurada; hirió con la rivalidad de los amores y la audacia de los actos á un amo hipócrita, vengativo y absoluto.

La frágil delicadeza de la joven hubiera necesitado una protección más varonil, un brazo más robusto, un apoyo más firme que el de aquel lindo joven un poco enfermizo. ¡Y qué contraste en lo moral, entre aquel gastado, aquel escéptico ávido y lascivo bajo su corrección altanera, y el corazoncito ingenuo, tierno y confiado que se entregaba a él tan cándidamente!

Reían al verle trémulo sobre sus patas, agitando los flancos como los costados de un fuelle, mugiendo con chillón alarido de dolor, los ojos enrojecidos, y arrastrando su lengua por la arena, ávido de una sensación de frescura. Gallardo aguardaba apoyado en la barrera, cerca de la presidencia, la señal para matar. Garabato tenía sobre el borde de la valla el estoque y la muleta preparados.

Pero en vez de ir con ellos a la casa paterna, tomó el caminito de Fez, ávido de ver mundo, de trabajar por su cuenta, y de ganar mucho dinero para el autor de sus días, no los doscientos duros, sino dos mil o cientos de miles. Comprando dos borricos, se puso a portear mercaderías y pasajeros entre Fez y Mequínez, con buenas ganancias.

Esta idea serenaba mis sentidos, embalsamaba el aire y arrojaba sobre toda la naturaleza un encanto indefinible que tenía algo de encantamiento. Me he considerado más dichoso. ¿Por qué? Yo estaba ávido de afectos; ¡y Dios sabe con qué quimeras he llenado a veces el vacío de mi corazón! 4 de septiembre.

Entre los de a pie, que continuamente se desvían de la acera para tomar corriendo los primeros ómnibus que vienen de retorno, marchan confundidos el gatera que con mil trabajos, ninguno limpio, reunió el precio del tendido, el hortera endomingado, el estudiantillo que parodia en el vestir al elegante rico, la modistilla engalanada con el trabajo de sus manos, y algún que otro viejo ávido de censurarlo todo echando de menos los calesines y las majas del tiempo del rey neto.

Regiones enteras hay en que el hombre, ávido de riquezas, ha talado todos los árboles: no ha quedado ni un tronco, porque las nieves, á las cuales no detiene ya la barrera viva, resbalan libremente en la temporada de los aludes. Descarnan el suelo, lo raspan hasta la roca, llevándose consigo todos los residuos de las raíces. La antigua veneración casi ha desaparecido.

Habana, 6 de Junio de 1912. Presidente de la República. Desde las primeras horas de la mañana del día 27 de Julio, un enorme gentío, ávido de curiosear, invadía los alrededores de nuestro gallardo Parque Martí, el que transformado en breve espacio de tiempo en monstruoso comedor, ofrecía un golpe de vista espléndido, á la par que singular.

En lugar de la cortedad y de la violencia involuntaria que se traslucían a pesar suyo en las maneras de miss Dodson, encontraba en Julieta una gracia perfecta, un benévolo abandono, y se unía estrechamente a ella con todas las fuerzas afectivas de un corazón de dieciséis años ávido de darse.